No soy, ni he sido, simpatizante de la ideología de izquierda. Mi inclinación política es hacia la centroderecha enfocado en la libertad personal y de mercado. Sin embargo, creo firmemente que una oposición fuerte y estructurada es esencial para la salud democrática de cualquier ciudad, y en Manizales, esa oposición, en años anteriores, solía venir de la izquierda. Aunque no comparto sus postulados, es claro que la pluralidad de voces es necesaria para garantizar un control efectivo del poder.
Antes, Manizales contaba con una izquierda más activa, no necesariamente dominante, pero sí influyente en el debate público. Aunque no alcanzaban los puestos de gobierno, sus ideas lograban generar una crítica constructiva a las decisiones de las administraciones locales. Este ejercicio de control y contrapeso, incluso desde una posición minoritaria, contribuía a equilibrar el poder y ofrecía alternativas al discurso dominante.
Hoy, el panorama es distinto. La izquierda parece haber perdido su relevancia en la ciudad, y muchos de los líderes que antes representaban una voz crítica ahora ocupan puestos en la burocracia, alejados del activismo político que alguna vez les permitió incidir en las discusiones de la agenda pública. Esta falta de oposición es preocupante, ya que una democracia sin voces disidentes corre el riesgo de caer en la complacencia.
La importancia de una oposición de izquierda, incluso para quienes no compartimos su ideología, radica en su capacidad para ofrecer una mirada alternativa a las decisiones de las administraciones locales. Estas voces sirven como un contrapeso necesario. La oposición no es un lujo, sino un mecanismo esencial para que cualquier gobierno sea más transparente y esté dispuesto a escuchar diferentes perspectivas.
Hoy en día, Manizales no tiene ese equilibrio. Las discusiones políticas se han vuelto más homogéneas, y las decisiones se toman en el Concejo sin el escrutinio crítico. La pregunta que surge es clara: ¿dónde está la izquierda hoy? Aquellos que alguna vez jugaron un rol opositor ya no están presentes en el debate público. Esto deja un vacío que afecta la calidad del diálogo político y, en última instancia, el desarrollo de la ciudad.
La paradoja es evidente. Manizales, una ciudad históricamente conservadora, podría estar sufriendo más por la ausencia de una izquierda activa que por su presencia. Sin una oposición que cuestione y proponga, el debate político se vuelve unidimensional y corre el riesgo de estancarse.
La gran duda es si esta ausencia de la izquierda en Manizales es temporal o si es un síntoma de algo más profundo. ¿Será que los liderazgos de izquierda volverán a ocupar espacios en los que realmente influyan en la política local? ¿O la izquierda se ha conformado con su rol en la administración pública, dejando atrás la crítica activa?
Lo cierto es que una democracia sin oposición es una democracia incompleta. Y aunque no comparto la ideología de la izquierda, reconozco que su ausencia en el debate público no favorece a la ciudad. Manizales necesita una oposición vigorosa, incluso desde las ideologías que no compartimos, porque solo así podemos garantizar un desarrollo más equilibrado y transparente.