En el Eje Cafetero los peajes son un tema que despierta emociones. Muchos caldenses han manifestado su inconformidad por la cantidad de peajes que deben pagar en la Autopista del Café, la cual conecta nuestra región. Con la concesión de Odinsa a punto de terminar y la propuesta de IP Conexión Centro sobre la mesa para seguir operando esta vía, la discusión se intensifica. El principal reclamo es que los peajes seguirían, y la población ya está cansada de pagar tanto por transitar.
Yo creo que los caldenses tienen razón en que hay muchos peajes. Sin embargo, debemos ser muy cuidadosos con lo que pedimos. Reducir el número de peajes es algo posible y deseable, pero la eliminación total de estos es poco realista. Las carreteras requieren mantenimiento constante, y los recursos para ello deben provenir de alguna parte. Aquí es donde radica la importancia de una negociación técnica y financiera. No se trata de eliminar todos los peajes, sino de garantizar que los necesarios se mantengan para asegurar que la vía no se deteriore.
Es fundamental que no caigamos en el error de presionar tanto que terminemos dejando la vía en manos del Invías. Tenemos ejemplos recientes que demuestran lo que sucede cuando una infraestructura vital queda bajo la administración del Estado. El caso de la Ruta del Sol es un claro ejemplo: cuando el proyecto pasó a manos del Invías, el deterioro fue rápido y evidente. Algo similar sucede con la unión entre Medellín y la concesión Pacífico 1, donde la parte que debería manejar el gobierno genera un embudo debido a la falta de obras para ampliarla a dos carriles.
En este contexto, debemos tener especial cuidado con el papel que podría jugar el gobierno de Petro. Bajo esta administración, hemos visto cómo las vías comunitarias, un proyecto que prometía mejorar la conectividad en zonas rurales, no ha avanzado. Además, el congelamiento de peajes este año, una medida populista, ha desfinanciado aún más el mantenimiento vial. Si seguimos este camino, podríamos terminar con una vía deteriorada, que afecte negativamente la economía y el turismo de la región.
Es importante también tener en cuenta que las vías administradas por la gobernación caldense en algunos casos no se terminan o quedan en deterioro, lo que nos demuestra que un mal manejo puede tener consecuencias muy graves. No podemos permitir que algo similar ocurra con la Autopista del Café.
La solución está en una negociación bien fundamentada. Debemos poner sobre la mesa a expertos que entiendan los modelos financieros y la realidad de la región. Solo de esa forma podemos reducir el número de peajes sin poner en riesgo la calidad de la vía. No olvidemos que esta carretera es vital para la conectividad del Eje Cafetero, y su deterioro afectaría directamente el desarrollo de nuestra región.
Es claro que los peajes son impopulares, pero peor sería que, por una mala decisión, terminemos con una carretera abandonada y en mal estado. El reto está en encontrar un punto que asegure el mantenimiento sin sacrificar más de lo necesario. Por ejemplo si hay otras fuentes de financiación. ¿Si pagan las motos peajes?