La Feria del Libro de Manizales vuelve a abrir sus páginas. ¿Todavía puede decir algo el libro en este mundo de cancelaciones fáciles e indignaciones efímeras, de masacres y genocidios diarios, de famas por decir o hacer estupideces frente a una cámara, del porno confundido con emancipación, de algoritmos consumiendo las democracias, de la inteligencia artificial acechando los intelectos?

Todavía, sí. ¿Y qué decir de una feria del libro en una ciudad en que apenas estamos aprendiendo a crear un programa de estímulos y una política del libro dignos, en una ciudad que se precia de ser universitaria, pero que muchos de sus espacios educativos son ruinas en lugar de escuelas, en una ciudad que busca renovarse pues se ha dado cuenta de que no puede vivir solo del vicio de sus glorias del pasado, en una ciudad cuya cultura ha sido manoseada con contratos, puestos y elecciones?

También. Incluso más. Ni el libro ha perdido su capacidad de despertar el sentido crítico, ni Manizales le ha cerrado sus puertas a la oportunidad de seguir narrándose a sí misma. Por estas montañas todavía transcurre la neblina y en ellas aún nacen lectoras que no tragan entero y poetas que ensayan versos de amor en las márgenes de los textos escolares. Los clásicos vivos caminan por los andenes componiendo en la mente recetas literarias, empeñados en demostrar cómo el mundo sí sucede en Manizales.

No hay manera de no asombrarse de la cantidad de escritores que nacen o se crean en Manizales y en Caldas y que han encontrado en una fachada carcomida del Centro, en un árbol de la avenida Santander florecido de rosado y en la estatua solitaria y blanco de palomas el duende que llaman inspiración. Imagino los libros que hay olvidados, escondidos en los clósets del pasado por los prejuicios de otras épocas. Bibliotecas de escritores anónimos que engrandecen con su silencio las últimas telarañas de los escritorios.

La cultura del libro renace cada día a pesar de sus gobernantes, quienes solo la han entendido por cuántos votos le sumarán; cuál será su estructura para las próximas elecciones. La palabra gira en bucles y pronto leeremos las ironías de los nuevos políticos, los cuentos que pongan a los supuestos líderes en el lugar que se merecen, las novelas que nos recuerden que ni la literatura ni la cultura deben ser instrumentos de vanidades politiqueras.

Este año estamos creando en Manizales la editorial Jaravela Editores. El sábado presentaremos el Bestiario de La vorágine a las 3 p.m., un compendio ilustrado de los animales de la obra de José Eustasio Rivera. Es un libro de colección si aman los animales o si les interesa la novela. Sus autoras son Gloria Salazar de la Cuesta -la escritora- y Lina Pérez Siculaba -la ilustradora-. Además, el viernes a las 12 m. presentaré Mi pez se ha ido al mar, del escritor Carlos Augusto Jaramillo (uno de los editores de Jaravela). El libro fue publicado por Matiz Taller Editorial.