No se aprende a ser lector con rankings, ni con contabilidades ansiosas de cuántos libros hay que leer por año, tampoco con técnicas de lectura para leer ene mil palabras en un minuto.
Se aprende a leer, en cambio, dejando que el texto sobrepase las páginas y que el mundo se convierta en un libro más. Se aprende a leer haciéndose uno mismo parte de ese texto: que sea el texto el que te subraye: eres una página, un papel, a veces un mal adjetivo.
Así procuré leer la última edición de Subrayados, el libro de Jorge Santander Arias, editado por la Universidad de Caldas y con fecha de 2024.
Supe de él porque en la pasada Feria del Libro de Manizales, la obra -que contiene una selección de sus columnas- fue presentada por la hija, la periodista cultural María Virginia Santander, y por el escritor Orlando Mejía Rivera.
Subraya Mejía Rivera en el prólogo: “Los subrayados presuponen que el mundo y no solo los libros son un texto de múltiples interpretaciones y que sus habitantes encontramos el sentido de la vida al comprender algunos de sus renglones o párrafos”.
Quise comprar Subrayados el año pasado, pero el libro no estuvo disponible.
Meses después, en enero de 2025, por fin lo adquirí. En la presentación se dijo que Santander fue un genio cuyos manuscritos tenían una relación íntima con los cajones, y que era capaz de escribir de todos los temas y a toda hora, y que tenía una cultura vastísima y un enorme talento literario.
Sobre todo, me resonó algo que dijo Mejía Rivera, también subrayado en el prólogo: “La ‘cultura’ es la memoria colectiva de una sociedad. Cuando se olvidan y se desconocen aquellas personas que nos precedieron y sembraron ideas artísticas, inventaron palabras e historias, abrieron trochas conceptuales entre la ignorancia y la costumbre, entonces pareciera que nuestro pasado es pobre y solo está conformado por los campos baldíos”.
Subrayados es un libro que demuestra que el pasado caldense va más allá de los “grecocaldenses”.
Es un libro de un lector del mundo, en el mundo y desde el mundo, de una prosa que va desde el análisis teórico y crítico, “La psicología de los actos orales soeces suele paragonarse, sin muchos éxitos, a la psicología de los actos vocales denominados equívocos”, hasta paisajes poéticos de la nostalgia de Manizales, “Me he acostumbrado a soñar con mi ciudad a través de un cristal de nieblas adictas”.
Y pasa por la decadencia de las manos, la verdad histórica de los retratos, la belleza de unos bíceps o de unas piernas, la diferencia fundamental entre Balenciaga y Dior, las historias sepultadas de niños caldenses por la tragedia de un derrumbe, qué hay de parecido entre la historia de Manizales y la de sus burdeles, cómo murió Tomás de Aquino y por qué Proust es inmortal.
Pequeños tratados, muchas veces irónicos, de teología, sociología, literatura, moda y filosofía por un escritor que, según Bonel Patiño Noreña (prologuista de la primera edición de 1982), no tuvo título de bachiller.
Para hacerse un buen lector bien puede el lector subrayarse en Subrayados. Con algo de paciencia y un diccionario al lado -eso sí-, es muy probable que disfrute, que lea varias veces un mismo párrafo y, en especial, que aprenda cómo se proyecta la sombra de las páginas de antes en el mundo fugaz del ahora.