Cada 25 años tenemos un año jubilar. El término “jubilar” proviene del hebreo “yobel”, que significa cuerno de carnero. En la tradición judía, el sonido del cuerno de carnero anunciaba el Día de la Expiación (Yom Kippur). Hoy es un tiempo que la Iglesia Católica propone de renovación espiritual. En efecto, el papa Francisco ha inaugurado el Año Jubilar de la Esperanza, invitando a ser peregrinos de ella. ¿Qué significa en concreto ser peregrinos de la esperanza?
Sobre la virtud de la esperanza cristiana el papa señala que “nos invita a la paciente espera del Reino que germina y crece, exige de nosotros la audacia de anticipar hoy esta promesa, a través de nuestra responsabilidad y nuestra compasión”. Es el llamado para que asumamos nuestras tareas, labores y misión con excelencia, sabiendo que nuestro compromiso nos implica a cada uno y que tienen unas repercusiones en la sociedad que debemos cuidar. El segundo elemento que subraya el papa es la manera como lo debemos hacer; con compasión, es decir, colocando toda nuestra capacidad de amar en las relaciones con los demás, sintonizándonos con las necesidades de los demás.
Así, vivir la esperanza implica no quedarse acomodado en nuestra situación de bienestar; actuar, aunque tengamos una tendencia de no hacer nada por prudencia cuando de verdad lo que nos inmoviliza son los miedos; optar por una existencia que asuma riesgos y luche por un mundo mejor. En fin, nos invita a tener una actitud propositiva, de transformar la realidad.
¿Y a dónde ir? El papa nos recuerda la importancia de llevar la luz de la esperanza allí donde están las heridas. Allí donde las expectativas han sido traicionadas, allí donde los sueños están rotos, allí donde los fracasos están destrozando los corazones, allí donde la soledad amarga la existencia, allí donde el cansancio abate a las personas, allí donde hay exclusión que separa y segrega a la humanidad, allí donde la pobreza cierra las oportunidades, allí donde la mentira carcome la realidad, allí donde alguien nos necesita… En los lugares donde hay heridas es que debemos estar presentes. En otras palabras, es una invitación a convertirnos en sanadores.
Ser, pues, peregrinos de la esperanza implica dejarnos tocar por el gran deseo de Dios de sembrar el reino de amor y justicia. Y hacerlo con un testimonio de que sí es posible sanar las heridas de la humanidad. Es por ello que la esperanza que plantea el papa Francisco es una esperanza que moviliza, que quiere cambiar el estado de cosas, que se la juega a fondo por la transformación de la realidad en bien de la humanidad.
Para el año Jubilar el papa abrió la puerta Santa en la Basílica de San Pedro, puerta que los peregrinos deben pasar para obtener las gracias especiales. Tal vez una forma alternativa de celebrarlo es abriendo las puertas del corazón a la esperanza. Y dejando que nuestra vida pase a través de ella.