¿Qué hace el Estado con el dinero de los pagadores de impuestos? Preguntó el presidente Javier Milei a los congresistas argentinos durante la presentación del proyecto de presupuesto para el año 2025. La incógnita del economista resonó en mí y en la situación actual del país y el departamento.
Creo que los ciudadanos desconocen que el dinero que tienen las alcaldías, las gobernaciones y la presidencia se consolida gracias a los impuestos que pagamos en alimentos, vivienda, transporte, entre otros, entonces yo devuelvo la pregunta ¿qué hace el Estado con nuestro dinero?
Todo lo que le exigimos al Estado sale de nuestros bolsillos y por ende, el pueblo no debe agradecer cada que un gobernante hace lo que le corresponde, retribuir en obras lo que nosotros aportamos en dinero.
En la medida que la economía funcione mal y el Estado gaste más dinero del que tiene, el ciudadano empieza un círculo donde la pobreza es inevitable. Como les decía Milei: “Cuando los gobiernos quieren gastar y gastar compulsivamente y no les da el margen para seguir subiendo impuestos, la única forma de pagar la cuenta es pidiendo plata prestada o imprimiéndola en el banco central”.
¿Y quienes gobiernan? Políticos, o mejor, politiqueros, que gastando plata que no es suya hacen negocios para ellos, sus clientes y sus amigos.
Estamos en un dilema tenaz, estamos siguiendo los pasos del populismo hacia el empobrecimiento, hemos caído en el poder de la politiquería y el clientelismo que se apropiaron del Estado.
Es momento de despertar, de abrir los ojos y entender que cada vez que un político se extralimita en contratos de prestación de servicios, ofrece prebendas, regalos y dádivas, lo que busca es su beneficio propio, porque todo lo que da, con el tiempo deberá ser pagado.
Lo decía el nobel de Economía James Robinson, haciendo referencia a un estudio de la Ocde, en Colombia se necesitan 11 generaciones para que una persona pobre llegue a ser clase media. Son más de 200 años, el tiempo en el que la complacencia ha gobernado mientras los ciudadanos actúan como anestesiados, olvidando que el Estado y sus instituciones son de ellos.
Los errores de la Argentina y de nuestro país vecino Venezuela solo podemos evitarlos si dejamos a un lado los egos, las pequeñas aspiraciones del yo, para entender que hoy más que nunca nuestra Colombia necesita un propósito superior, en el que como bien lo dice Robinson, se requiere de estructurar y consolidar una nueva política no clientelista y no corrupta que se convierta en la norma general.
Es vital que nuestros dirigentes entiendan que por encima de sus pequeños intereses y de sus grupúsculos es necesario tener coherencia y consistencia con lo que dicen y hacen.
¿Con qué cara le dicen al país que están en contra del populismo cuando a nivel local se comportan de una manera politiquera y clientelista? Solamente con trabajo y esfuerzo se puede luchar por lo que nos pertenece.
