Según la psicología, el victimismo crónico es un trastorno en el que una persona asume que todo lo malo que le sucede es culpa de los demás; quienes lo padecen tienden a atribuir las consecuencias de sus acciones a factores externos, sin asumir responsabilidad por sus propios actos.
El presidente Gustavo Petro parece sufrir de este síndrome.
A pesar de haber llegado al poder con la esperanza de ofrecer soluciones reales y concretas a los problemas más apremiantes del país, después de más de 30 meses de Gobierno lo que recibimos los colombianos son excusas.
Según Petro, la culpa de todo nunca es suya, sino de alguien más: los gobiernos anteriores, las cortes, la oposición, los congresistas, los medios de comunicación, los empresarios e incluso de supuestas conspiraciones internacionales.
Mientras se reparten culpas, Colombia enfrenta una grave crisis de seguridad, la insurgencia se ha fortalecido y es lamentable ver cómo comunidades enteras en distintas regiones del país sufren desplazamientos forzados, a pesar de la promesa de una “paz total”; en su lugar, lo que padecemos es impunidad y violencia.
Sin embargo, este problema no parece estar entre las prioridades del presidente, son los gobernadores y alcaldes quienes han asumido la tarea de enfrentar esta crisis, aunque carecen de las herramientas necesarias para hacerlo eficazmente.
El sistema de salud también atraviesa uno de sus peores momentos, muchos pacientes crónicos no reciben sus medicamentos, los hospitales están al borde del colapso y la promesa de llevar equipos básicos de salud al campo se ha traducido en millonarios contratos con un impacto mínimo.
Esperemos que el ministro de Salud cumpla su compromiso con el departamento de Caldas de reformar los CAS (Centros de Atención Social) rurales y que esta no sea otra oportunidad para repartir culpas.
La economía no se encuentra en mejor situación, las condiciones de vida de los ciudadanos se han deteriorado, el sistema productivo está golpeado, y el Gobierno nacional, en lugar de ofrecer soluciones, solo presenta excusas.
Según el presidente, la baja inversión se debe a que no se aprobó la polémica ley de financiamiento, la cual pretendía aumentar los impuestos y engrosar el presupuesto estatal sin garantías de un gasto eficiente.
La crisis en los servicios públicos también forma parte del debilitamiento del país, el Gobierno nacional no asume responsabilidades ni ofrece soluciones concretas; el sector eléctrico ha advertido sobre un posible apagón, el alza en las tarifas del gas es inminente debido al cese de operaciones de Ecopetrol, y la deficiencia en el servicio de internet sigue en aumento.
Todo esto representa un retroceso, mientras las respuestas del Gobierno brillan por su ausencia.
La lista de problemas es aún más larga, a esto se suman los escándalos de corrupción, el incumplimiento del Plan Nacional de Desarrollo y la crisis del Icetex que amenaza con dejar a miles de estudiantes fuera del sistema de educación superior, entre muchos más.
Colombia necesita acciones concretas para enfrentar la crisis profunda en la que se encuentra, no un presidente que se haga la víctima de sus propias decisiones.