Escuché bellas melodías como de cielo, serenas y bellas. Una joven chica estaba en la esquina de la plaza, tocando su violoncelo (chelo) al aire libre, expandiendo su arte, culturizando el ambiente. De repente, hubo un freno: tres guardianes del orden y del espacio público la rodearon como a delincuente, la hicieron recoger la caja para los donativos en el suelo (algo para sobrevivir o estudiar), el pequeño bafle para amplificar el artístico sonido. Ella, culta y airosa, abrazó su violoncelo como a delicado niño y dejó solo el lugar y en silencio, un cielo sin chelo.
Pero lo que a muchos nos causó desacuerdo y absurdo fue ver que a un metro un hombre vendía tinto al aire libre, invadiendo espacio, pero nada le dijeron. Metros más allá, con un bafle encendido y alto sonido, otro hombre vendía “memorias” con música de poco arte y letra hasta tonta. Una cuadra abajo, otros y otras, en puertas abiertas ofrecen sus servicios de motel y en sitios donde hasta droga y licor se expende. En el andén del frente otra persona vende caramelos saludables con su parlante en alto.
Todos los anteriores, quién lo niega, tienen derecho al trabajo, a buscar el sustento; pero lo increíble fue que a la chica que ofrecía belleza musical y espiritual la ley la descalificó para estar allí, le impidió proseguir como los demás que aún están laborando y ofreciendo cuerpos y objetos. Qué dolor se siente ver a “mi Manizales del alma” impedir manifestaciones de arte fino; tolerancia para unos, pero freno para otros que también laboran para poder vivir, para proseguir sus esfuerzos.
Me uno a la gota de lágrima que sonó sobre la madera del chelo, expresión de dolor, y me parece que en muchos actos de gobernanza falta lo que San Ignacio de Loyola y hoy el papa Francisco insisten para obrar bien y en justicia: el discernimiento. Discernir es acto de sabiduría, es oficio mental de reflexión para una buena acción, es ajustar derechos y deberes para un mejor ambiente social.
A la chica maltratada le recuerdo que a otra chica como ella, grande y única, también le dijeron un día: “chica, acá no hay sitio para ti, ni para tu esposo, ni para el niño que llevas en tu vientre”, pero dio a luz a la Luz. Adelante.