La literatura, como toda actividad humana requiere, para que florezca bien, cierto tipo de infraestructura.
En el caso de las letras la infraestructura requerida gira alrededor de tres elementos: el autor, el libro físico y el lector.
Me tildarán de anticuado, porque no hablo de lo digital, pero el buen lector sabrá homologar las ideas.
Me centraré en la infraestructura pertinente al oficio de escribir, que es en sí el más complejo, porque las excepciones derrumban toda generalización.
Por ejemplo: formación intelectual. Esa no es indispensable y traería a colación el caso del poeta arriero Paulino Acevedo, quien no sabía leer ni escribir y era un digno exponente de las letras regionales en el siglo pasado.
Pero sí hay un ítem que aplica sin duda: los concursos. En estos eventos la persona que escribe privadamente da un paso al frente y se pone ante un público complejo: unos jueces anónimos que lo juzgarán y lo compararán con otros escritores.
Es importante que la obra del escritor sea analizada, desbaratada y sopesada, solo de esa forma hay un aprendizaje o una superación. Ningún escritor da pasos importantes en su carrera, por sencilla que esta sea, con solo los elogios de su madre.
Los concursos literarios son como los campeonatos de fútbol, se inicia en el nivel interbarrial, pasa a la siguiente categoría que es la municipal y si realmente hay talento, el paso siguiente es la departamental hasta llegar a la categoría mundial.
Si ese proceso no sucede, el muchacho y hoy la muchacha, nunca sabrá qué tan bien juega fútbol. Y no hay nadie más capaz que una persona motivada por su propio éxito.
Conozco en el departamento de Caldas dos de esos concursos: el que lidera Fernando Toro en Salamina, que honra con su nombre a Agripina Montes del Valle, y el que realiza Luz Adriana Ortiz Ángel en Supía, que enaltece el nombre del decano de los historiadores de la región, Jorge Eliécer Zapata Bonilla.
Me encanta colaborar con ambos eventos, ya sea como jurado, o patrocinando los premios, porque soy un convencido de la importancia de la labor de estos dos quijotes.
Son esos concursos, realmente hechos con las uñas, unos eventos cruciales ya que le permiten al escritor darse cuenta dónde esta ubicado con su trabajo, fruto de su creatividad y esfuerzo.
En este caso a escritores de la provincia donde la infraestructura literaria gira alrededor de una biblioteca y carece de todo lo demás.
A estos artistas desvalidos y abandonados, estos dos gestores le dan un transcendental apoyo.
No deja de sorprenderme que el Gobierno no cumpla con sus funciones y ayude a esos eventos a permanecer en el tiempo y así poder continuar su importante labor.
Dejar solos a Luz Adriana o a Fernando es cerrarle la puerta al semillero de las letras en nuestra región. Sobra decir que ni la Alcaldía de Manizales, ni la Gobernación de Caldas tienen concursos literarios y son precisamente esos funcionarios los que se confunden cuando los indicadores les muestran lo pobres que somos a pesar de los holgados presupuestos que manejan.