El teléfono celular inteligente, cada vez más inteligente, nos cambió la vida a todos, y cambió las relaciones sociales de forma radical.
Este aparato que cabe en la palma de la mano, al teclearse o simplemente oprimirlo levemente con un dedo abre un universo de posibilidades, como la lámpara de Aladino.
Todos evidenciamos dependencia de esta máquina, lo cual es palpable cuando por un momento creemos haberlo botado, llevándonos al pánico, y si lo encontramos, regresamos suavemente al mundo con una sensación de haber recuperado una parte de nuestro ser.
El uso tal vez más extendido de este nuevo órgano corporal es el Whatsapp y todo el mundo está en grupos, algunos hasta en 20 o más, lo cual me parece alucinante. Diferentes versiones de la familia: la familia nuclear, hermanos, primos; colegas de profesión; egresados de colegio; egresados de universidad; egresados de postgrados; vecinos del edificio; vecinos de fincas; copartidarios políticos; un ‘parche’ de amigos; miembros de un gremio; hinchas de un equipo de fútbol; amantes de cierta música, y así hasta el infinito.
Esto llega a ser tremendamente abrumador y consume una gran cantidad de tiempo y energía hacer presencia en todas estas “asociaciones”. Además, van surgiendo unos códigos de conducta fatigosos de la mano de interminables polémicas que los más participativos emprenden.
Estoy en cinco grupos: dos de la familia que es menester estar en ellos, otro de un grato grupo de amigos, un cuarto de compañeros de un programa universitario de hace 20 años, en el cual no participo pero es tremendamente interesante verlo, pues su postura política monolítica es digna de permanente observación: son de extrema derecha.
Y queda un quinto grupo: Salud y Música. Hace unos cinco años surgió este grupo por generación espontánea, tres amigos que compartíamos intereses y exploraciones extendimos nuestras charlas al ciberespacio; luego llegaron otros dos. Somos apenas cinco.
Es un grupo relajado, donde indagamos sobre diversas dimensiones de la vida, sin reenvíos fatigosos, y si hay reenvíos siempre vienen antecedidos de unas palabras del remitente.
El nombre se debe a que inicialmente compartíamos curiosos temas de la salud y por un gusto tremendo que tenemos por la música, especialmente el son cubano.
Y ocurre un milagro en este grupo: podemos hablar de política sin fanatismos, sin disputas agrias, sin maniqueísmo. Hay diferencias, pero todo se mueve en un espíritu de exploración conjunta, donde todos buscamos aprender y reflexionar con base en los aportes de todos.
También ayuda que ninguno es sectario, el espectro político en que nos movemos arranca en la centroderecha y llega hasta la centroizquierda.
En este grupo me acompañan un ingeniero que vivió mucho tiempo en el exterior y ha recorrido el mundo entero, además de gran lector. Un culto economista y empresario; un abogado que trabaja en el sector de las energías limpias y justo acaba de terminar sus estudios de postgrado en Harvard, compartiéndonos lo aprendido, y un artista muy talentoso, pintor de trazos profundos, de una inteligencia distinta, que va al fondo de las realidades.
No se puede pedir mejores compañeros de tertulia.
En medio de tanta basura que se mueve por Whatsapp, es un privilegio tener un oasis como Salud y Música, donde vale la pena dar el click para ver qué hay nuevo.