Que la salud sea oportuna y de buena calidad, que la cobertura de la educación sea completa, que los recursos se inviertan bien, que las obras se hagan a tiempo, en resumen, que todo lo público funcione perfecto, pero sin que tengamos que estar pendientes de supervisar. Porque qué pereza ponerse en la tarea de hacerle seguimiento a las obras, a la ejecución de los cronogramas y de los presupuestos; a los programas de gobierno, etc.
¿Mandar un derecho de petición? ¿Qué es eso? ¡A qué hora, si tengo que trabajar! ¿Estar detrás de un funcionario para que conteste el derecho de petición? Nooo, ni riesgos, ¡tengo que cuidar a los niños! Y si ni lo contestan ¿interponer un recurso de insistencia?, ¡pero yo no soy abogado! ¿Hacer veeduría? ¿Qué es eso? Nooo, que todo funcione bien es deber de los gobernantes ¡para eso los elegimos!
Las veedurías ciudadanas son herramientas de control social que ejercen algunos ciudadanos, a quienes para mayor precisión deberíamos llamar dolientes, porque son personas realmente conscientes de la importancia de lo público y, por lo tanto, con las uñas, se convierten en sus acérrimos defensores.
Sacrifican tiempo, invierten dinero y hasta ponen en peligro su seguridad, porque terminan siendo señalados por las administraciones de turno como personajes incómodos.
El año que acaba de terminar se habló reiterativamente en medios de comunicación de las obras retrasadas en Riosucio: La vía a Jardín, Antioquia, y de la piscina semiolímpica. De retrasos y sobrecostos en obras gestionadas por Las Marionetas en Samaná y Victoria. De los retrasos en la construcción del Malecón de La Dorada.
Todos esos casos tienen algo en común: la soledad y la frustración de los veedores, que sienten que las administraciones no los escuchan, que necesitan mayor conocimiento y más herramientas para hacer una labor que realmente impacte. Muchos terminan sintiéndose solos dentro de las mismas veedurías por la falta de cohesión y compromiso de algunos participantes. Muchos, queriendo tirar la toalla.
Que los veedores se cansen es muy funcional a los intereses de las administraciones. No tener quién vigile los intereses de la mayoría les deja el camino libre a los funcionarios mediocres y a quienes quieren sacar tajada de la plata pública, lo que va en detrimento de la calidad de vida de todos y de una democracia sana.
La ecuación es muy simple, que lo público funcione bien y que el dinero de todos se invierta correctamente nos beneficia a todos. Así tendremos mejor salud, educación, obras públicas; en resumen, viviremos mejor.
Podemos seguir criticando desde la comodidad de nuestras casas y sentir que quejándonos estamos haciendo mucho, eso sí, siendo conscientes de que así no habrá cambios importantes. O apoyar a quienes ya lo hacen, veedurías ciudadanas y medios de comunicación que hacen juiciosos la tarea, que denuncian y logran impacto, pero que necesitan manos y dinero para velar por los intereses de todos, cosa que muchos no quieren o no pueden hacer.
Ayudarlos con capacitación, con acompañamiento legal, con asesorías técnicas en diversos temas. Que sientan el apoyo ciudadano, que sepan que no están solos y que son absolutamente necesarios. Y eso sí, pedirles cuentas, porque cuando se pide ayuda, sobre todo económica, hay que ser transparentes, cumplir con los compromisos adquiridos y rendir cuentas, honrar la confianza depositada por los donantes.