¿Sabías que quienes encuentran un propósito claro en la vida tienen un 24% menos de probabilidades de sufrir ansiedad en momentos de estrés extremo? Este dato, respaldado por múltiples estudios en psicología positiva, muestra la importancia de elementos como la resiliencia y la espiritualidad en la salud mental y física de las personas.
La resiliencia, según los expertos, no es solo resistir. Es adaptarse, aprender y salir fortalecido frente a la adversidad. ¿Sabías que el término proviene de la física y describe cómo un material vuelve a su estado original tras recibir un impacto? En la psicología, este concepto se aplica a los humanos que logran reponerse de eventos traumáticos como pérdidas, desastres naturales o enfermedades crónicas.
Los científicos han identificado factores clave que fomentan la resiliencia: el apoyo social, la autoestima, el optimismo y, especialmente, la espiritualidad.
Por ejemplo, un estudio realizado en pacientes con enfermedades crónicas en Estados Unidos descubrió que las creencias espirituales y la determinación personal eran decisivas para enfrentar momentos de dolor e incertidumbre.
Más aún, estudios recientes en neurobiología han encontrado que prácticas espirituales como la meditación y la oración aumentan la actividad en áreas cerebrales asociadas con la serotonina, el "químico de la felicidad".
Este mecanismo podría proteger a las personas contra enfermedades mentales postraumáticas, según investigaciones publicadas en Mental Health Across Cultures.
Desde la perspectiva psicológica la espiritualidad no es religión, sino algo que actúa como una brújula interna, ayudándonos a encontrar significado, incluso en los momentos más oscuros. ¿Sabías que las personas espirituales tienen mayor capacidad para encontrar soluciones creativas ante problemas?
Esto se debe a que el pensamiento trascendental fomenta emociones positivas como la esperanza y el altruismo. Viktor Frankl, célebre por su libro El hombre en busca de sentido, argumentaba que incluso en las situaciones más desesperadas, tener un propósito puede marcar la diferencia entre sobrevivir y rendirse.
¿Qué tienen en común los supervivientes de catástrofes, los pacientes de enfermedades graves y los líderes mundiales inspiradores? Todos tienen un propósito claro en sus vidas.
Este concepto, estudiado en profundidad por Carol Ryff y Viktor Frankl, se refiere a la habilidad de atribuir significado a nuestras experiencias, fijando metas que trasciendan lo inmediato.
En investigaciones recientes, se ha encontrado que quienes definen su propósito viven con menos ansiedad y toman decisiones más acertadas en momentos críticos.
Por ejemplo, un metaanálisis sobre adultos mayores concluyó que aquellos que habían definido su propósito tenían menos probabilidades de caer en depresión y eran más resilientes ante cambios drásticos como la jubilación o la pérdida de seres queridos.
Según el modelo de psicología positiva, estas herramientas se potencian entre sí: la espiritualidad proporciona dirección, el propósito de vida genera motivación, y la resiliencia ofrece la fuerza para seguir adelante.
Sin embargo, los estudios señalan que estas cualidades no surgen de la nada; se cultivan con el tiempo y a a través de nuestras experiencias personales y sociales.
Las intervenciones que fomentan el bienestar emocional, como la terapia basada en la atención plena o los círculos de apoyo comunitario, pueden ser catalizadores importantes en este proceso ¿no crees?