En esta era de estrés y de todas las preocupaciones, la espiritualidad ha tomado relativa importancia como fuente del bienestar, ¡Alerta! la gente acude a un gurú y se apunta a los desfiles de moda cósmica. Por doquier las tiendas nos preguntan: ¿Estás cansado de las tormentas de la vida moderna? Y después añaden, ¡No temas! En el fondo esto sucede por la interdependencia entre las dimensiones físicas, mentales y emocionales. Si, cualquiera nos dice hoy que la espiritualidad es como tener un GPS divino en el caos de la existencia y que la moda es generar un renacer espiritual; es un flash mob posmoderno que todos estamos siguiendo, donde la salud y el bienestar son más que solo hacer flexiones, según ellos: ¡es abrazar tu ser completo con amor y luces de colores!
Pero este tipo de discursos que invitan a imaginar un mundo donde nuestra conexión trascendental es más fuerte que el Wifi, y la espiritualidad es la contraseña para entrar al club de la armonía y la plenitud, como un buffet del universo donde el menú incluye paz mental, energía positiva y descuentos en la terapia de risa; ¡son una tontería! rayan con el mal gusto expresiones como las siguientes: ¿listo para unirte a la revolución espiritual? ¡Namaste, porque la vida es demasiado corta para no reírse mientras encuentras tu zen cósmico! No estamos en el circo divino del bienestar integral ¡como si fuera un acto principal de malabares! Estamos en una crisis de significado real, en donde la conexión trascendental es una necesidad apremiante.
Sí, es cierto, la espiritualidad entrelaza las facetas físicas, mentales y emocionales de la existencia humana y abraza la totalidad desde la búsqueda de armonía y plenitud. Diversos modelos de bienestar abogan hoy por la inclusión de la espiritualidad como un aspecto esencial para la salud integral. El enfoque biopsicosocial, que considera la salud desde una perspectiva holística, integra dimensiones biológicas, psicológicas, sociales y espirituales para promover el citado bienestar completo. El modelo de bienestar subjetivo, centrado en la calidad de vida y la satisfacción personal, reconoce la espiritualidad como un componente determinante al indicar la conexión con un propósito de vida más elevado con la percepción individual de la persona.
En la medicina holística, la espiritualidad también desempeña un papel fundamental, siendo reconocida como un pilar en la interconexión de mente, cuerpo y espíritu. La investigación científica sugiere que las personas espirituales tienden a poseer la capacidad de tomar decisiones responsables con impacto positivo en su salud y bienestar. Es cierto que algunos estudios han revelado que la espiritualidad está asociada con comportamientos saludables, como una dieta equilibrada, la práctica regular de ejercicio y la evitación de comportamientos perjudiciales, y que además, parece contribuir a una mayor resiliencia psicológica frente al estrés y las adversidades, lo que influye en la toma de decisiones orientadas hacia el cuidado propio y la gestión emocional.
Imaginemos a un estudiante que, además de enfrentar los desafíos académicos propios de este tiempo desmesurado, también se embarca en un viaje espiritual en busca de significado y conexión. ¿Podría perderse en el intento?, probablemente sí, desafortunadamente esto pasa; pero también es cierto que un consejero que reconoce y abraza la dimensión espiritual puede ofrecerle un apoyo más enriquecedor y personalizado. El proceso de ayuda se convierte así en un espacio especial donde se reconocen y respetan las diversas creencias y prácticas espirituales, permitiendo a las personas sentirse comprendidas en un nivel más profundo. Cuidémonos de la mercadotecnia espiritual que tiende a frivolizar un aspecto tan íntimo y determinante para el bienestar. Cuidemos de la banalización de la espiritualidad.