Fecha Publicación - Hora

Las últimas dos semanas han sido un infierno para los migrantes en los Estados Unidos de todas las nacionalidades. Donald Trump, que tomó posesión como presidente el 20 de enero, puso en ejecución desde ese mismo día su política migratoria con la que venía amenazando en la campaña y con la que consiguió adeptos que lo llevaron al poder. Se trata de la deportación y expulsión del territorio norteamericano de cualquier persona, edad o condición que las autoridades encuentren indocumentada. Es una medida legal, pero no aceptable dentro del contexto internacional porque el argumento de Trump es que todos los migrantes son la causa de los delitos en ese país y no es así.
Sin embargo, los colombianos han sufrido más de la cuenta en este proceso, situación provocada por la negativa del presidente Gustavo Petro a recibir dos aviones con migrantes, pero a lo que agregó un insulso enfrentamiento con Trump, que se pudo haber evitado dejando de responderle. Cada uno por su cuenta de X le dio rienda suelta a la vanidad y el egocentrismo, tomando decisiones ligeras que debieron haber dejado en manos de la diplomacia, como finalmente tuvo que ocurrir (por fortuna) a través de sus equipos de gobierno.
El riesgo en el que puso el presidente Petro las relaciones binacionales con el socio estratégico más importante actualmente para Colombia, golpeó además de la situación de los migrantes, la de todos los viajeros a los EE. UU. y a los de allí a Colombia. Esa también es una responsabilidad de ambos mandatarios, porque no solo ha sido un padecimiento con las redadas, las persecuciones, las detenciones, las intimidaciones, las presiones para firmar documentos sin conocer la finalidad y las repatriaciones; los viajeros por motivos de negocios, académicos, laborales, familiares o turismo están recibiendo un trato estigmatizante en los aeropuertos y las oficinas de migración por el solo hecho de ser colombianos o norteamericanos de entrada, como ocurría hace décadas.
Trump ha promovido con estas medidas una xenofobia exagerada, inclusive contra extranjeros que están allí legalmente. El Gobierno colombiano, a través de la Cancillería, debe seguir sosteniendo reuniones de alto nivel con el Gobierno Trump y los congresistas republicanos para recuperar lo que se había ganado en esta relación binacional y generar un ambiente de confianza. Por lo menos ya se restablecieron en Colombia los servicios consulares y el otorgamiento de visas, que estaban suspendidos por orden de Trump como consecuencia del enfrentamiento con Petro, pero ocurrió una vez y puede volver a suceder con facilidad. Eso es lo que hay que evitar.

No se trata de doblegarse ante un país evidentemente más poderoso. Brasil viene sufriendo problemas similares a los de Colombia con sus migrantes en los EE. UU., pero no usó formas agresivas para reclamar y atacar, lo hizo por las vías del derecho internacional, como debe ser. Petro lleva un poco más de la mitad de su periodo de Gobierno, pero Trump apenas lo inicia, por eso hay que llevar con mucha sutileza y tacto las relaciones con este país. Los colombianos no pueden seguir siendo las víctimas de las malas relaciones y decisiones.