Beatriz Zuluaga

Ilustración/Natalia Manzano/Papel Salmón

En el marco del proyecto “Mujeres escritoras centenarias del Gran Caldas, II etapa” del Banco de la República, Juanamaría Echeverri Escobar habló sobre Beatriz Zuluaga el miércoles 13 de noviembre.

Juanamaría Echeverri Escobar*

 

Mujer, poeta, periodista. Su voz clara, contundente, resalta en las letras caldenses, colombianas, latinoamericanas, tan viva y actual que la vibración de sus poemas nos llama, nos alcanza, nos conmueve, nos hace mirar de frente a la luz, a la sombra, nos abraza o nos deja perplejas. Encarnó su poesía con tal coherencia y afirmación que hoy en día al leerla, el eco de su voz grave resuena en nuestros corazones y pareciera que ella pronunciara de nuevo sus versos: La carne hecha verbo, así fue como nombró su última Antología.

Interpretar su obra liberadora y emancipadora, es como abrir las ventanas de la poesía que una vez estando de par en par, dejan contemplar el aire espacioso de la libertad, la que respira sin miedo aun cuando el miedo asome sus ojos insomnes a las profundidades de la vida de una mujer que buscó su voz en su escritura poética, en el horizonte de las letras y el lenguaje; una mujer que se preguntó e indagó en sus escritos sobre temas como la injusticia social, la desigualdad, la guerra; la vida y la muerte; el amor y el erotismo.

Con las primeras lecturas de sus versos, podríamos decir, es una poeta que se define así como definió sus asombros en el poemario Definiciones; pero releyendo más profundamente, comprendemos que su ser inquieto y creativo de poeta, más que definirse lo cual sería limitarse, llega a infinirse, a expandirse en las palabras hacia lugares recónditos de sí misma, saliéndose de los moldes liberándose en sus versos libres: la poeta auscultó latidos en sus acentos, en sus pausas, sus ritmos, supo escucharse a sí misma, a su voz interior donde habita la sabiduría ancestral de la mujer, de lo humano, sin obedecer al canon patriarcal imperante. Escribió como quiso escribir sobre los temas que más hondo le llegaban. Es por ello que aun cuando no se podía supo nombrar con belleza el cuerpo-gozo de la mujer, de la sexualidad, del deseo por el amado; habló de ángeles caídos e imposibles, de la instantaneidad del tiempo, de las tardes con niebla.

 

Recorriendo su senda

Beatriz Zuluaga Vargas nació el 11 de noviembre de 1931 en Manizales y falleció en Bogotá el 19 de marzo de 2024. Cursó su primaria y bachillerato en el Colegio Sagrado Corazón de Jesús de Manizales, en el cual estuvo interna por algún tiempo. De joven cursó estudios de arte en la Universidad Bolivariana de Medellín. Luego, recién casada, vivió en Tuluá; en la década del cincuenta, vio muy de cerca la violencia, se enteró del horror –contaba ella–, de listas que hacían para matar gente, lo que conmocionó su ser y provocó sentimientos de solidaridad con las familias que sufrían los estragos de la guerra. De este tema escribió como periodista y como poeta a lo largo de su vida. Luego vivió en Cali y allí nacieron sus hijos Carmen Esther y Carlos Eduardo. Después en la misma ciudad se encontró con su coterránea Maruja Vieira, quien le abrió un espacio para sus primeros poemas en la revista que publicó para conmemorar la famosa Tertulia de Cali. Beatriz siempre dijo que Maruja fue quién la lanzó como poeta.

En una reveladora entrevista que le hizo María Hilda Sánchez Jiménez y que se publicó en el periódico LA PATRIA el 29 de octubre de 2020, se puede leer la posición política y feminista de la poeta Beatriz. Omar Morales Benítez, su amado esposo recordando su obra dijo: “Yo analizaba su obra y le decía que era una mujer centrada y distinta, porque expresaba sus sentimientos, pasiones y pensamiento en la forma más original en la que se puede tratar un problema en figuras literarias; su poesía noble, inspiradora, traslúcida y elegantemente erótica.” Y añadió: “El mío fue amor a primera vista, me enamoré de sus manos… fuimos compañeros inseparables de lecturas durante cuarenta y ocho años, leímos poesía, novela, ensayo, sociología, mantuvimos una curiosidad intelectual universal, así como nuestro interés en la lectura de los movimientos poéticos colombianos”.

Su poesía ha sido incluida en la Antología de la Poesía Colombiana, tomo II, de Rogelio Echevarría. Diosas de Bronce (Poesía Contemporánea de la Mujer Colombiana) Ediciones Latidos – Anaheim, California, USA. La Mujer y el Amor, de Martha Inés Palacio Jaramillo. En Poemas al vino, al amor y a la vida. Trilogía poética de las mujeres de Hispanoamérica. Así como en la Antología de Poesía Colombiana del Siglo XX escrita por Mujeres, tomo I, Apidama Ediciones (1).

En el año 2020 fue declarada “Almadre de la poesía colombiana”, distinción que es concedida a las mujeres que consagran vida y obra a la poesía, en el marco del Encuentro de Mujeres Poetas del Museo Rayo, que además le publicó el poemario La carne hecha verbo en Ediciones Embalaje. Beatriz Zuluaga, comparte esta distinción con otras destacadísimas poetas manizaleñas como Maruja Vieira, Dominga Palacios y Dorian Hoyos Parra.

 

Su obra

Beatriz Zuluaga supo indagar su ser en los verbos y los nombres, supo elegir el adjetivo exacto para calificar o descalificar lo que tenía en mente. Fue visionaria en su escritura, por eso sus versos hoy suenan actuales, llenos de ironías, precisiones, humor. No tuvo contemplaciones consigo misma a la hora de saberse contradictoria como todo lo humano. La veo en las orillas del tiempo, en puntillas, trazando unas zanjas de arena que no se desvanecen, que no se esconden, la veo repartir silabas como repartiendo pan para los niños más tristes, frazadas de esperanza para las mujeres heridas, para las desangradas… La escucho maldecir la guerra sin titubeos. La veo en su recorrido letra a letra, palabra a palabra, dejándonos su tránsito, su andar seguro para nuestro andar seguro… Leo y releo su verso que comienza, no termina, como el renglón del alma que se estira, latido a latido pasando por el rojo corazón. En la desnudez de su poética se amplían los alfabetos perdidos y encontrados en su piel… mientras ella, la poeta, sitúa cada poema en el aquí, sugiriendo que la poesía es un presente, un ahora en el accionar humano, en el accionar de su ser mujer, de nombrar-se sin ser de nadie, solo de ella misma, en ese acto emancipatorio y liberador de ataduras… Beatriz Zuluaga se infine en toda su obra para renovarse, para encarnar en cada poema la palabra, con esa dádiva que nos entrega e instala en el acto estético y significativo que es su poesía. Ejerció a plenitud el derecho cultural a ser sujeta de voz y de palabra. Leyendo su obra se perciben influencias de movimientos vanguardistas del siglo XX. En sus poemas se escuchan ecos de Virginia Woolf y de su teoría feminista, cuando expresó que las escritoras deben cuestionar las estructuras del orden simbólico patriarcal, buscando su propia voz. Leamos el poema de Beatriz, que lleva por nombre “Habitación propia”.

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HABITACION PROPIA

Mi casa soy yo misma

con su cuarto de recibo: El alma.

A nadie le doy la llave porque es tan pequeña

que apenas hay espacio para uno que otro sueño.

A veces quiero ampliarla

y salgo a pasear fuera de ella.

No es mucho lo que puedo recoger

para llevar conmigo: Uno que otro abrazo,

una leve caricia, en cambio muchas lágrimas

y un miedo tan terrible

de ver asesinar los ruiseñores

desde todas las esquinas de la muerte.

 

*Poeta.

 

Nota

(1) Poesía Colombiana del siglo XX escrita por Mujeres. Tomo 1. Apidama Ediciones. Abril de 2013. Estudios y selección por Guiomar Cuesta y Alfredo Ocampo.

 

 

Libros publicados

-. La ciega esperanza. Imprenta Departamental de Caldas. 1961.

-. Este cielo boca abajo. 1971.

-. Definiciones. 1980.

-. Las vigilias del sueño. 1989.

-. Eres eros. 1995.

-. A corazón abierto. Apidama. 2004.

-. Si preguntan por mí. Antología. Editorial Universidad de Caldas. 2009.

-. La carne hecha verbo. Ediciones Embalaje. 2020.

-. Si preguntan por mí. Antología. Colección Libros al Aire. 2021.

 

 

Nota de agradecimiento:

En nombre del Banco de la República agradecemos al periódico LA PATRIA, a Papel Salmón, a Adriana Villegas Botero, a la Universidad de Manizales, al colegio Perpetuo Socorro, a los escritores y escritoras, a las y los investigadores y a toda la comunidad que ha acogido este bello proyecto, esperamos encontrarnos en su tercera etapa en el año 2025.

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