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Foto | www.freepik.es | LA PATRIA | Consulte a un experto, si es necesario, sobre la alimentación ideal para su bebé.

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L a anemia en bebés es una condición que, aunque común, puede pasar desapercibida, si no se presta atención a los síntomas iniciales. Fatiga, palidez y falta de apetito son señales que, aunque parecen menores, podrían ser indicios de una deficiencia de hierro o de otros factores que afectan la producción de glóbulos rojos.

La anemia es más frecuente durante los primeros años de vida, debido a la rápida etapa de crecimiento y al aumento en la demanda de hierro. El hierro es fundamental para la formación de hemoglobina, la proteína encargada de transportar oxígeno en la sangre. Su deficiencia puede impactar el desarrollo físico, cognitivo y emocional de los bebés.

 

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Factores de riesgo frente a la anemia

Algunos de los factores de riesgo que deben ser considerados son:

 

· Nacimiento prematuro o bajo peso del bebé.

· Consumo temprano de leche de vaca.

· Dieta baja en hierro o vitaminas y minerales.

· Cirugía o accidentes con pérdida de sangre.

· Antecedentes familiares de anemia.

 

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El diagnóstico oportuno, crucial

Aunque la anemia puede ser tratada con cambios en la dieta o suplementos bajo supervisión médica, su detección temprana es clave para evitar complicaciones.

“El diagnóstico se realiza mediante un hemograma y, en ocasiones, se complementa con estudios adicionales para determinar la causa exacta”, comenta Fabián Guevara, pediatra director científico de Versania Primera Infancia.

Si no se diagnostica, advierte, puede desarrollar falta de crecimiento, dificultades de aprendizaje, fatiga, cansancio y sueño excesivo.

 

La alimentación, fundamental

La lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses es una de las mejores estrategias para prevenir la anemia en los bebés, ya que aporta los nutrientes necesarios para su desarrollo.

Después de esta etapa, es crucial introducir alimentos ricos en hierro, como los siguientes:

· Proteínas animales, entre ellas carne de vaca (especialmente vísceras), huevo y algunos pescados y mariscos.

· Frutas deshidratadas, tales como ciruelas pasas y uvas pasas.

· Legumbres y semillas, entre las que se incluyen almendras, habas, semillas de soya, habichuelas y nuez del Brasil.

· Verduras, en especial brócoli, espinaca, col rizada y espárragos.

· Granos enteros, entre los cuales destacan el trigo, mijo, avena y arroz integral.

 

Infecciones recurrentes y ciertos trastornos de salud pueden aumentar el riesgo de anemia. Los controles médicos regulares y un seguimiento nutricional adecuado son fundamentales durante los primeros años de vida. La anemia no tratada puede generar problemas como retrasos en el aprendizaje, debilidad muscular y, en casos severos, afectar de forma permanente la salud del niño.

Con una intervención oportuna y medidas preventivas sencillas, es posible garantizar un desarrollo saludable y pleno para los más pequeños. El cuidado integral en la infancia no solo implica proteger contra enfermedades visibles, sino también detectar condiciones como la anemia, que pueden tener un impacto significativo a largo plazo. El acompañamiento médico y las consultas pediátricas regulares son fundamentales para asegurar el bienestar de su bebé.

 

 

 


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