reer en las Farc es difícil, debido a todas las triquiñuelas de las que se han valido en el pasado para tratar de engañar y ejecutar acciones terroristas a mansalva. No obstante, el anuncio de un cese unilateral e indefinido de sus actos de guerra tiene que ser valorado en su justa dimensión, dándoles la oportunidad de que lo cumplan. No es para decir que es un gran gesto de voluntad de paz, menos cuando también están hablando de condiciones para cumplirlo, pero tampoco para juzgarlo a priori como una nueva trampa.
El presidente Juan Manuel Santos describió este ofrecimiento con una metáfora muy precisa: Se trata de una bella rosa con un tallo lleno de espinas. El mayor deseo de los colombianos es que los grupos armados ilegales no disparen una bala más, que la seguridad reine en campos y ciudades, por lo que cualquier iniciativa que apunte hacia esa dirección tiene que ser celebrada, pero son grandes los riesgos de una decisión de este tipo, si los violentos no están dispuestos a cumplir con todo rigor ese compromiso, o exigen algo a cambio.
Pedir que haya una respuesta similar de las fuerzas del Estado, y que se cuente con una verificación internacional de ese cese son asuntos que no pueden aceptarse. Si algo hay que reconocerle al Gobierno acerca del diseño de las negociaciones, es que se plantearon como un diálogo en medio del conflicto, lo que ha evitado que las Farc se crezcan de la manera en que ocurrió en El Caguán, o que se eternicen sin avances en las conversaciones de paz. En eso no puede retrocederse.
Ahora bien, si al anuncio del cese unilateral se suma la actitud de liberar al general Rubén Darío Ospina pocos días después de su secuestro, pareciera que por fin están caminando hacia el lado correcto de mostrar gestos reales de voluntad de paz. Ojalá así sea, que hayan entrado en conciencia de que el terrorismo debe acabar y que llegó la hora de silenciar los fusiles. Lo que tiene que venir es un desescalamiento progresivo del conflicto, pero sin que eso implique que las Fuerzas Militares cesen sus operaciones, ya que las amenazas de inseguridad son de diversa especie. También es clave que exista verificación clara del cese al fuego ofrecido.
Una manifestación de este tipo allana el camino hacia la firma del fin del conflicto. Esto tiene que llevar a que se agilicen las negociaciones y se hagan más palpables los acuerdos. Lo que no pueden pretender las Farc es a que haya un cese bilateral, pues esa es realmente la meta de las negociaciones. Es decir, el cese bilateral solo se podrá dar cuando las Farc hagan dejación de sus armas y el Estado se comprometa a no seguir persiguiendo a los miembros de esa guerrilla porque se van a dedicar a hacer política, pero aún así las operaciones militares no podrán quedarse quietas en el país, ya que hay bacrim, Eln, reductos paramilitares y delincuentes comunes a los que se tendrá que seguir atacando.
Las negociaciones de La Habana parecen estar llegando a un punto sin retorno, en el que cada vez está más cerca el fin del conflicto. Desde luego que están pendientes temas muy delicados como el de la justicia que se les aplicará a los miembros de las Farc, los compromisos de los subversivos con sus víctimas y los operativos concretos de desmovilización, pero hay que tener la esperanza de que el 2015 sea el año en el que se pueda afirmar, sin lugar a dudas, que los factores de la guerra colombiana quedaron desactivados.
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