La silla que usó José Eustasio Rivera en su último año de vida, en Nueva York, la conserva la Universidad de Caldas en una Exposición en el Centro Cultural y Universitario Rogelio Salmona.

Foto I Luis Fernando Trejos I LA PATRIA

La silla que usó José Eustasio Rivera en su último año de vida, en Nueva York, la conserva la Universidad de Caldas en una Exposición en el Centro Cultural y Universitario Rogelio Salmona. Jaime López, ingeniero electricista, quedó soprendido con la muestra. Espera que la roten por barrios de Manizales. Expertos hablan de este hecho histórico para la literatura de la ciudad. 

LA PATRIA I Manizales

Es un lunes cualquiera en Manizales (18 de noviembre). Jaime López, ingeniero electricista, es el único visitante en el Archivo Rivera: El museo imaginado por José A. Velasco, en el Centro Cultural y Universitario Rogelio Salmona de la Universidad de Caldas. "Nunca he leído La vorágine", reconoce. "Eso ´si, sé que José Eustasio Rivera es un escritor de los grandes". El señor estuvo unos minutos en la muestra.

Tres días después (21 y 22 de noviembre). Jaime asistió a las charlas del XV Coloquio Anual de Historia en el Banco de la República de Manizales. "El primer día hablaron de Rivera. Recordé el instante en que días antes estuve frente a su silla, en la sala del Salmona. Saber que el escritor estuvo sentado ahí, hace muchos años, es impresionante, es como una energía inspiradora. Siento que me estoy adentrando en su mundo".

100 años atrás (24 de noviembre de 1924). La editorial Cromos publicó la primera edición de La vorágine. Es una novela y a la vez una denuncia de los crímenes sucedidos con la fiebre del caucho (finales del siglo XIX y comienzos del XX). Arturo Cova y Alicia, protagonistas, huyen de Bogotá por llanos de la Orinoquía y selva amazónica. Sin duda, son cien años con un clásico de la literatura nacional y universal.

 

La silla y cuatro elementos más de José. E. Rivera en Manizales

Ahora sí. Ubicados en el presente, tenemos que este 2024 ha sido de diversos actos con motivo del centenario del nacimiento de La vorágine. Por ejemplo en la Feria del Libro de Manizales, en agosto, hubo lecturas y la apertura del Archivo Rivera: El museo imaginado de José A. Velasco, en el cuarto piso del Salmona.

Lo que Jaime sintió y vio es producto de una silla, rodeada de vegetación, entre ellas dos muestras de caucho. Y de una fotografía de un José Eustasio Rivera de abrigo, sombrero y corbata en la puerta del vagón de un tren.

La directora de Museos de la Universidad de Caldas es Laura Valeria Buriticá. Comenta que la Exposición reúne material personal del escritor, relacionado con su último año de vida, el cual trascurrió en Nueva York. Además, documentación que se intercambia entre Velasco, su amigo en esa ciudad; la familia; el cónsul; su abogado, y quienes estuvieron al tanto después de su fallecimiento.

La muestra, añade, está compuesta de diversos elementos, entre los cuales resalta cuatro. Dos son el recibo de la ambulancia, donde fue transportado Rivera al hospital, y la tarjeta de la funeraria.

Lo tercero tiene que ver con los guiones museográficos y curatoriales, es decir, la línea de las letras que reseñan La vorágine como tal.

Y, claro, está la silla, que la directora la ve como lo más atractivo del lugar. “Es la parte central, que además está inmersa en una escenografía a partir de plantas haciendo alusión a la selva y al lugar donde se narra la novela”.

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¿Por qué llegaron elementos de José Eustasio Rivera a la U. de Caldas?

La investigadora Carmen Millán, quien estuvo en la Feria del Libro, dijo en su momento a LA PATRIA que Rivera viajó a Nueva York en en abril de 1928 con la ilusión de traducir su novela. Él falleció en diciembre de ese año en esa ciudad aquejado al parecer por una enfermedad, tal vez contraída en la selva.

Su amigo y acompañante de entonces, José A. Velasco, reunió la documentación y se la envió a la familia de Rivera en Bogotá.

Según parece, el archivo llegó a Manizales en la década de1960. El caldense Emilio Robledo, humanista, gobernador de Caldas y rector de la Universidad de Antioquia, se enteró, lo adquirió y pasó a formar parte de su biblioteca personal, hasta que esta fue donada a la Universidad de Caldas.

 

Las claves de la silla de José Eustadio Rivera en Manizales

Un experto en las cosas que hay de Rivera en la U. de Caldas es Nicolás Duque, autor de La vorágine en el escritorio, Objetos melancónicos en el archivo de “José Eustasio Rivera & Co.” de la Universidad de Caldas.

Lo primero que Nicolás exalta es la tarea cumplida por José A. Velasco, quien vivía en Nueva York cuando llegó Rivera. El escritor, nacido en Neiva en 1888, no hablaba inglés. Velasco le ayudó en eso y en otrtas cosas prácticas para que se adaptara a la gran ciudad estadounidense.

“Le colaboró en encontrar un apartamento, donde Rivera fundó su Editorial Andes. Allí pasó sus últimos días. Ahí estaba la silla, que hoy está en la Universidad de Caldas”, narra Nicolás.

 

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Fotografía instalada en la Exposición del Rogelio Salmona, que refiere el apartamento, que a la vez fue sede de la Editorial Andes, de José Eustasio  Rivera en Nueva York. 

Nicolás recuerda que en esa Editorial pretendía publicar libros de escritores colombianos y latinoamericanos. Solo alcanzó a sacar la quinta edición corregida de La vorágine, .

José Eustasio Rivera murió el 1 de diciembre de 1928. Velasco comenzó el inventario y su labor, convertida en una obsesión, de recoger todo lo que tuviera que ver con el autor huilense. Lo hizo con ayudas como la del consulado colombiano y como la del abogado de Rivera, Jhon McDermott.

Velasco adquirió la silla y otros elementos y se los llevó para su casa en Nueva York. “Se la compró al señor que le había arrendado el apartamento a Rivera. Sabemos eso porque existe el recibo, que también está en la Exposición”.

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Recibo de la compra de la silla. 

Nicolás comparte aquí algo clave para entender la razón de la conservación de la silla: “Este elemento es muy importante en la vida de un escritor, es su lugar de escritura, de sus grandes proyectos. Entonces, a Velasco seguro le recordaba la imagen del gran amigo como escritor en su oficina. Era una especie de símbolo de los proyectos que él tenía en Nueva York que era la traducción de La Vorágine al inglés, algo que se consiguió de manera parcial. Había una versión que ya Rivera estaba revisando”, añade.

Entre los planes también estaba la filmación de una película de La vorágine, algo que se quedó en el camino.

“Entonces, Velasco empezó a construir en su vivienda una especie de museo privado y para eso recopiló otros elementos, especialmente fotografías, recortes de prensa y también los documentos legales de lo que fue la muerte y proceso de repatriación de Rivera, que habían estado en la oficina del abogado McDermott.

Para Nicolás es cierto que Velasco montó un museo, ya que el periodista Bernabé Riveros lo visitó y reportó con una descripción esta muestra. Y la silla estaba entre los objetos centrales.

“La conclusión es que estos objetos encerraban el propósito de José A. Velasco del museo que se había imaginado como homenaje a Rivera, lo que muestra una especie de enaltecimiento en memoria del escritor”.

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¿Cuál es la importancia de tener la silla de José E. Rivera en la Manizales?

Ahora Nicolás pasa a referenciar la importancia de este tipo de colecciones en la tradición litetaria mundial. Lo ubica en lo que llaman working room, es decir habitaciones o estudio de trabajo de los escritores, conservados con sus elementos.

Fueron muy usados con los autores ingleses, ocurrió con Charles Dickes, por ejemplo, y también con escritores franceses. Pudo ser que Velasco, al recolectar esos objetos, quisiera imitar esa constumbre con lo de Rivera”, expresa Duque.

Y va más allá, al considerar que en los working room las sillas son protagonistas, también entre los pintores clásicos. Pone como antecendente que en los autorretratos de Van Gogh aparecen las sillas después del conflicto que tuvo con Paul Gauguin, el otro pintor francés. “Parece ser que son las sillas vacias de aquella amistad rota”.

Argumenta que de alguna manera recuerdan al poseedor. En el caso de Rivera, tras su muerte, se convierte en un recuerdo de su actividad.

 

Reflexiones sobre la conservación de legados de escritores en Manizales

Nicolás expone reflexiones y a la vez cuestiona, a propósito de estas celebraciones, por qué en Colombia hay tan pocas casas-museo de los grandes escritores. Así mismo, se pregunta: ¿Y qué ha pasado con esos objetos?”.

De inmediato, nombra Manizales, y rememora un caso. Desaparecieron las casas de los escritores, como la de Blanca Isaza y Juan Bautista Jaramillo.

“¿Qué sucede en las tradiciones culturales en las cuales sí se logra mantener estas cosas?, ¿qué está pasando con las políticas de conservación, de reconocimiento a las actividades culturales de las personas que se dedican a la escritura y que tienen importancia en la historia y la difusión de una cultura?

Retoma el caso de los documentos y la silla de Rivera para reconocer que se contó con la suerte de haber llegado a las manos de Emilio Robledo, médico y humanista. Por tal motivo, puntaliza en dos aspectos:

1. “Al morir Robledo, su familia dejó su biblioteca a la Universidad de Caldas y ahí estaban esa cosas de Rivera, de su periodo en Nueva York”.

2. Advierte: “Si no se da esa casualidad, quizás se hubiesen dispersado o perdido, no habríamos podido reconstruir toda la historia de los últimos días del gran escritor, la cual hoy conocemos de manera detallada”.

Para terminar esta nota decimos que la palabra silla en La vorágine no es muy manida, salvo para nombrar las de montar en los caballos. Sin embargo, aquí dejamos un párrafo, de su gran obra para el mundo, con el uso de este término:

“La turca extendió en el patio su silla portátil y se reclinó bajo los luceros a respirar fragancias del monte. Aquella actitud no tenía más fin que el de fascinarme, aquellos ojos dirigidos a las alturas querían que los contemplara, aquel pensamiento que fingía vagar en la noche estaba conspirando contra mi reposo”.

Estos son objetos de José Eustasio Rivera en la Universidad de Caldas:

Nicolás Duque describre los elementos de la Exposición de José Eustasio Rivera en el Centro Rogelio Salmona:

1. Los papeles con los discursos (dos) y escritos del autor (una poesía, el mecanoscrito de The Vortex y un papel con erratas de la quinta edición de La Vorágine).

2. Los documentos legales sobre bienes, propiedades y negocios literarios (la mayoría producidos después de su muerte, a excepción de un fallido contrato de traducción de La vorágine).

3. Los recortes de prensa, postales y carteles (algunas propias, la mayoría recolectadas por Velasco después de la muerte de Rivera, como ocurre con el cartelismo de la película de 1949: La vorágine. Abismos de amor).

4. Los objetos (una silla y fotografías) o menciones a las cosas del autor (los dos inventarios tanto en papel como a máquina y cuando se convirtieron en documentos consulares).

5. Los papeles y planes que hizo José A. Velasco con estos objetos (proyectos expositivos, esbozos, cartas).

 

Nicolás Duque es un gran conocedor de los objetos de José Eustasio Rivera en Manizales

Nicolás es profesor del Departamento de Filosofía de la Universidad de Caldas (Manizales, Colombia). Es profesional en filosofía y letras y magister en filosofía de la misma Universidad. Actualmente hace su doctorado en Ciencias del Lenguaje en la Universidad de Montpellier 3 (Francia) en un laboratorio de humanidades digitales. Fue editor de la Universidad Autónoma de Manizales y director de Bibliotecas de la Universidad de Caldas. Se interesa por el giro emocional y afectivo en la filosofía política, la investigación de archivo y el análisis de la conversación (CA). Ha publicado el libro Obra en Blanco. Notas sobre la filosofía de Julio Enrique Blanco (Manizales, Universidad de Caldas, 2014) y colaboró en la obra colectiva Ilusión y materialidad. Perspectivas sobre el archivo , compilada por Jerónimo Pizarro y Diana Paola Guzmán (Bogotá, Universidad de los Andes, 2018).

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