El sistema de seguridad y salud en el trabajo para los docentes afiliados al Fondo Nacional de Prestaciones Sociales del Magisterio (Fomag), además de garantizar unas condiciones dignas, está trabajando con enfoque de género. 

LA PATRIA conversó con Martha Alfonso, secretaria de Relaciones Internacionales del comité ejecutivo de la Federación Colombiana de Educadores (Fecode), quien ahonda en los hallazgos y la estrategia de atención que se implementarán para las mujeres. 

¿Cuál es el perfil de los afiliados al Fondo Nacional de Prestaciones Sociales del Magisterio?

Son 918 mil personas, donde están los maestros, maestras,  jubilados y familiares. Nuestro modelo tiene un aspecto, y es que nosotros podemos afiliar a los padres de familia en dos situaciones: como beneficiarios y adicionales. Esto ha significado que haya unas edades altísimas. Entonces, uno de los aspectos que se ha hablado es de poder generar varias acciones para tomar una decisión para atender a esta población. 

¿Cuál es la estrategia para atender a las personas?

Se está implementando una línea especial de acompañamiento, de protección, para que puedan acceder al sistema y pueda tener a tiempo. No ha sido fácil porque hay una cantidad de barreras sociales  del mismo sistema de salud. Lo segundo es la necesidad de los programas especiales porque tenemos una alta población con ciertas enfermedades crónicas. En eso se ha venido avanzado, en establecer programas de atención integrales; que la persona entre a ese programa y surjan todas las rutas. Eso es una fortaleza para muchos compañeros porque no tienen que referirse a otros lados. Sin embargo, falta mucho por construir en algunas regiones. Caldas sí tiene todos los programas habilitados para este tipo de pacientes. 

En esta atención, ¿cómo se implementa el enfoque de género? 

Hablamos básicamente de hombre y mujer, y lo hacemos porque el 65% de la población docente somos mujeres. Se reflejan en los jubilados y en los núcleos que atiende. Entonces, en esa relación, por ejemplo, se hizo un estudio de perfil epidemiológico de las principales enfermedades de salud ocupacional. 

¿Qué se encontró en este estudio epidemiológico? 

El túnel carpiano, por ejemplo, es disparadísimo en las mujeres. Hay enfermedades que son generales, pero en el caso de las mujeres se marca diferente porque la gran mayoría tienen sobre su carga la condición del cuidado de la familia. Y así como termina de llenar libros, llega a continuar y a lavar y eso se refleja en las condiciones de desgaste. 

La disfonía es más común en las mujeres porque nuestra voz, se supone, no es tan alta y es la principal herramienta de trabajo y no hay condiciones físicas. Se está ahondando en estas situaciones, y eso que aún falta hacer estudios en las condiciones de las maestras de primaria. 

¿Cómo repercuten las largas jornadas en la salud de las docentes? 

Casi todas hemos tenido problemas con el piso pélvico porque no vamos al baño durante toda la jornada. Entramos a las 12 con los estudiantes y si vamos al baño lo hacemos después de las 5 de la tarde. Hay cosas que no se estudian y se están haciendo hoy. 

¿Cómo impactan estos estudios en las prácticas académicas?

El anterior modelo estaba siendo entregado a un operador y él ni siquiera tenía perfil epidemiológico, solamente cuando les interesaba hacerlo sobre enfermedades huérfanas o de alto costo. Aquí lo que se hizo fue coger la información que había, datos de incapacidad y citas. Por eso toca profundizar más, pero ya se empieza a desarrollar la propuesta de seguridad y salud de trabajo donde hay un énfasis muy fuerte, y eso fue una petición que hicimos como Federación. Creo que eso es uno de los grandes logros, que es poder tener una base para trazar una política de atención. 

¿Cómo se refleja en la atención?

Los docentes pueden acceder a la red nacional donde está la información que permite intervenir en los territorios con un enfoque de género. Esto no lo iban a hacer unos operadores. Estamos muy enfocados en los roles de cuidadoras. 

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