Foto | Freddy Arango | LA PATRIA
El pendón con la imagen del padre caldense Rubén Darío Valencia está colgado en la Catedral de la Virgen de la Pobreza de Pereira (Risaralda).
LA PATRIA | Manizales
Su familia sabe que no lo encontrarán con vida, pero la mamá no. Doris Uribe aún guarda la esperanza de que el mayor de sus tres hijos, el padre Darío Valencia Uribe regrese.
Desde el pasado 25 de abril él es un desaparecido más del país y por ello han realizado varias búsquedas para dar con su paradero y acabar con la zozobra que hoy cumple 45 días.
Darío nació en Risaralda (Caldas). Desde pequeño fue buen estudiante y su pasión no fue el fútbol, sino la salsa pesada y como buen amante de este género se destacó a la hora de bailar. Por ello, fue una sorpresa para sus allegados que se inclinara por el mundo religioso como proyecto de vida.
"Era el más alegre, charlatán, de tirar madrazos, chistes e historias. De Darío solo hay buenos recuerdos. Éramos muy unidos, cada que se nos daba la oportunidad nos reíamos y cuando estaba depresiva o con ansiedad lo llamaba y hablábamos. Nunca dejó de ser el primo y cuando nos despedíamos ahí sí le decía: 'Padre, ¿me regala la bendición?'", recuerda Beatriz Ospina Valencia, prima hermana del presbítero.
Bety, como le decía Darío, habló con él por última vez a principios de este año. La noticia de su desaparición le llegó de la voz de su hermana, por lo que, dice, desde entonces: "No hay día en que no nos acostemos y levantemos pensando en Darío".
Ella junto con otros primos de Medellín y de Risaralda fueron hasta Viterbo (Caldas) armados de machetes y de otras herramientas para echar abajo la maleza y encontrar pistas que dieran con Darío.
La zona que recorren fue en la que hallaron el carro en el que se movilizaba el sacerdote, de 59 años, cerca de un lavadero de carros. "La camioneta estaba con sangre y le hacía falta la silla de atrás. En medio de nuestra ignorancia creemos que quizá lo lanzaron al río Cauca".
Foto | Cortesía Édgar Valencia | LA PATRIA
El padre Darío Valencia Uribe junto con su madre, Doris, pensionada del magisterio; su padre, Elí Valencia, mecánico de un taller industrial en Risaralda, y monseñor Rubén Darío Jaramillo, actual obispo de Buenaventura, entonces sacerdote, durante un viaje en mula para llegar al Resguardo Indígena Purembará.
Pasión por los carros
Édgar Valencia también es primo de Darío. Rememora que antes de ponerse los hábitos estudió dos años de ingeniería en la Universidad de Manizales, pero se retiró para ingresar al Seminario con otros tres compañeros de Risaralda (César, Nicolás y 'el Negro'). No obstante, solo Darío se ordenó y el pasado 8 de diciembre cumplió 32 años como sacerdote.
Como cura estuvo en el Resguardo Indígena Purembará, ubicado en San Antonio de Chamí, jurisdicción de Mistrató (Risaralda). Luego estudió Teología en Roma (Italia) y a su regreso fue rector del Seminario Mayor, de la Universidad Católica de Pereira y después fue párroco en Apía (Risaralda), Anserma (Caldas) y Pereira. En la capital de Risaralda lideró templos como La Valvanera, Samaria y desde hace tres años María Auxiliadora, situada en el barrio Venecia.
Aparte de la salsa, su otra pasión eran los carros. El último contacto de 'Pocho', como familiarmente le dicen a Édgar, con Darío fue el 15 de abril y 10 días después el asistente de su primo lo llamó para informarle que no aparecía.
"La camioneta en la que desaparece era una Nissan Frontier. Me dijo que la había comprado el 28 de febrero porque el papá tenía que andar con silla de ruedas, caminador, muletas porque le habían amputado un pie y para terminar de pagarla necesitaba vender una camioneta Subaru y ahí se suscita todo este enredo. Por todos los indicios sabemos que no está con vida. Lo que queremos es que nos digan dónde está".
Foto | Cortesía Édgar Valencia | LA PATRIA
Darío (izq.) también bautizó a varios miembros de su familia. En la imagen, Édgar al lado de su esposa y los padrinos de su hijo.
Unión
Resalta que Darío era una persona solidaria, organizada y le encantaban los buñuelos. Estos últimos los preparaba Darío Ceballos, amigo desde hace 35 años y dueño de la panadería Ensaimadas Daríos, ubicada en el barrio Buenos Aires de Pereira, a la cual iba todas las mañanas a desayunar en compañía de su madre, Doris.
"Nos conocimos en el Seminario, pero yo no seguí. Soy de Salamina y me radiqué en Pereira hace mucho tiempo y nos reencontramos aquí como comerciante. Siempre me decía 'tocayo'. Ese 25 de abril llegó y se sentó con la mamá a comer buñuelos, recibió una llamada y cuando se iba a ir me dijo: 'Tocayo, tengo misa a las 3:00 p.m., allá lo espero. Luego su mamá regresó y me dijo que él no le contestaba y que estaba preocupada porque se había ido con un tipo que le generaba desconfianza porque lo había tumbado en varios negocios".
Comenta que siempre pregunta al CTI qué ha pasado con la desaparición de Darío y lo que le responden es que no se han encontrado cuerpos por la ruta que tomó el sacerdote. "No creo que esté con vida porque ha pasado mucho tiempo. No sé cuál sería el motivo para que lo asesinaran. Los primeros días de la noticia la mamá venía y lo esperaba en la esquina y se ponía a llorar".
José Norbey Gutiérrez Zuluaga es amigo del padre desde hace 14 años. Fue su profesor en la Universidad Católica de Pereira, de la que se graduó de comunicador social y periodista. Durante ocho años lo apoyó en la Semana Santa y en algunas actividades dentro de la parroquia, específicamente con el manejo del sonido.
Destaca del padre su gusto por la música, su organización, su puntualidad y el ser justo. El último contacto de José con Darío fue a las 9:30 a.m. vía WhatsApp. El padre le escribió para pedirle el favor de que le consiguiera un toma de tres patas. No vuelven a hablar y en la tarde el sacristán le dice que el padre está desaparecido y que no llegó a una cita que tenía a 11:00 a.m. ni dio la misa de las 3:00 p.m.
Desde entonces junto con familiares han realizado velatones y marchas pidiendo a las autoridades que les ayuden a encontrar al padre Darío, incluso ofrecieron $10 millones de recompensa (recolectados entre familiares y amigos) para quien dé pistas de su paradero. Asimismo, mandaron a hacer microperforados para carros, volantes, pendones y camisetas con la imagen del religioso.
"El tema de unir a la gente ha sido muy bonito. Estamos preocupados por su desaparición y soñamos con encontrarlo. Las investigaciones las hará la Fiscalía, el Gaula, la Policía, pero nosotros como amigos queremos hallarlo. Si está vivo regresarlo a libertad y si está muerto darle cristiana sepultura, pero no podemos seguir así".
Foto | Freddy Arango | LA PATRIA
Estos son los microperforados que los amigos del padre Darío instalan gratuitamente en los carros con la imagen del sacerdote.
El caso
Como se recordará, hay un sospechoso de la desaparición del sacerdote, quien permanece en París (Francia) en viaje de turista. No pudo ser capturado por las autoridades de ese país porque es solo un sindicado, no imputado. Se planteó la posibilidad de que un fiscal viajara para interrogarlo y tratar de conocer dónde está el religioso, desplazamiento que sería pagado por la Diócesis de Pereira, pero, según conoció LA PATRIA, desde el ente acusador no dieron el aval.
Esperan que el hombre, que al parecer era amigo del sacerdote, sea deportado para adelantar esa indagatoria. Por otro lado, comunidad y allegados siguen en la búsqueda en zonas boscosas cercanas a Viterbo.
El vehículo del desaparecido fue hallado en un lavadero de este municipio caldense y hasta ahora el único que ha dado declaraciones a las autoridades es el encargado de asearlo. LA PATRIA supo que este contó que el automotor estaba impregnado de barro similar al que hay a orillas de ríos o quebradas, por lo que las autoridades no descartan la hipótesis de que el cuerpo pudo ser lanzado al río.
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