Magola Arango Mejía. 

Foto | Tomada de video | LA PATRIA Magola Arango Mejía en el 2020 durante una entrevista. 

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A los 91 años falleció el pasado sábado (8 de febrero) en el hogar Anita Gutiérrez de Echeverri en Armenia, la reconocida artista plástica quindiana Magola Arango Mejía. 

Magola Arango Mejía era hermana del exgobernador del Quindío y expresidente de la Corte Constitucional colombiana Jorge Arango Mejía.

Para mí la pintura significa el motivo para vivir para comunicarse con el paisaje, con la gente, con las clases humildes… para mí, pintar  es como respirar, es vivir, eso y la creencia en Dios son las dos cosas que le dan energía y sentido a mi existencia”, dijo en una entrevista del 2020 publicada por Comfenalco Quindío en Facebook. 

Allí contó que se inspiraba en las cosas naturales. “Mi pintura es figurativa, siempre lo ha sido, tiene un sello personal, las expresiones, son expresiones encontradas por mí a través de los años”, agregó. 

Recordó que empezó a pintar a los 17 años y a los 22 ingresó a la Escuela de Bellas Artes en Manizales y luego comenzó sus recorridos por Europa. 

Las exequias se llevaron a cabo en la iglesia del Espíritu Santo el lunes (10 de febrero). 

La trayectoria de Magola Arango Mejía

Su sobrino nieto Diego Arango Escobar escribió una reseña sobre la destacada trayectoria de su tía abuela en Colombia y Europa. 

Magola Arango Mejía nació en Armenia el 7 de agosto de 1934, la décima de once hijos de Félix Arango Arango y Sofía Mejía Villegas.

Desde muy joven encontró en las artes plásticas la vocación que marcaría el resto de su vida, y en 1951 viajó a Manizales a formarse en la Escuela de Bellas Artes con el maestro Alipio Jaramillo. 

En 1960 se trasladó a Europa para continuar su formación en la Escuela de Bellas Artes de Madrid, donde también trabajó en un taller de cerámica, y luego en París, donde recibió la medalla Paul Gauguin en el VII Salón Internacional Paris-Sud.

En 1968, tras su regreso a Colombia, permaneció algunos años en Casacará, corregimiento del departamento del Cesar donde supo integrar dos de los propósitos que dieron sentido a su existencia: el trabajo social y la construcción de una expresión artística que fuera el reflejo de su labor con las comunidades.

De este periodo perviven la escuela María Reina de Casacará que fundó y una serie de pinturas en las que Magola desarrolló una representación pictórica que fue siempre un intento por mostrar la dignidad y la expresividad del rostro desposeído. Fue este mismo doble propósito el que marcó su paso por Chile, donde permaneció de 1971 a 1982 trabajando por mejorar las vidas de comunidades poco favorecidas en condiciones sociales difíciles.

Poco después de su retorno a Colombia, en 1984, Magola regresó a Europa y pasó un año en Praga y 7 en Barcelona, donde trabajó con el maestro Ismael Font Sabaté y tuvo la oportunidad de pintar para la Clínica Solarium un mural sobre la vida del padre Francisco Palau y Quer. 

En 1989, regresó a Bogotá y se desempeñó como rectora de la Corporación Universitaria Las Mercedes, labor que desarrolló en paralelo a su comprometido trabajo artístico. 

Hace unos 7 años se estableció de nuevo en su ciudad natal, donde pasaría sus últimos años.

A lo largo de su vida, Magola supo encontrar en la pintura, en sus propias palabras, “una forma de comunicarse con el paisaje y con la gente”, desarrolló una sensibilidad que le permitió comprender las realidades sociales de su contexto y la impulsó a trabajar, con entusiasmo religioso, por mejorarlas. 

En sus paisajes, retratos y bodegones, en las personas por las que trabajó y en quienes tuvimos la fortuna de conocerla, deja Magola una marca indeleble de su paso por el mundo.


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