A un amigo no se le despide, porque su imagen, sus enseñanzas, su forma de ver la vida y de relacionarse con los demás y su recuerdo quedará tatuado para siempre en nuestro entristecido corazón.
A mi tocayito, Carlos Alberto García Restrepo, lo recordaremos con alegría porque fue una fiesta. De él quedan grandes enseñanzas: su periplo vital fue productivo. Fue un hombre íntegro, correcto, buen profesional, destacado ciudadano, honesto, generoso, buen amigo de sus amigos, simpático, atento y amable. Las puertas de su corazón, como las de su casa, siempre estuvieron abiertas para acoger a sus amigos y consentirlos hasta la saciedad con amabilidades, con ambrosías y licores espirituosos.
También, amó a Manizales con pasión, compromiso y entrega. Estuvo vinculado, por varios años, con nuestro equipo del alma, el Once Caldas. Allí también dejó su impronta imperecedera.
Héctor Germán Hoyos Villegas tiene una frase de su propia cosecha: “Un hermano es un amigo que Dios me dio. Un amigo es un hermano que yo escogí”. Estoy seguro que muchos de los presentes, especialmente los de su “Barra Rumbera”, escogimos a Carlitos García como ese hermano y amigo que despedidos con el corazón arrugado.
Leonardo da Vinci decía: “Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una vida bien usada produce una dulce muerte.” Y mi tocayito vivió tan plenamente, entre la bohemia y el jolgorio, entre las responsabilidades laborales y el disfrute estético, que pudo enfrentar la muerte, de manera rápida, tranquila y en completa serenidad, sin arrepentimientos.
Tocayito te vamos a extrañar, pero ten la seguridad que brillarás en nuestros corazones porque solo mueren aquellos a quienes se les olvida y tu imagen, sonrisa y voz estará por siempre. Sin embargo, estarás contento porque te reencontrarás con el amor de tu vida: Patricia Betancourth López.
Por Carlos Arboleda González
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