Foto | Lector | LA PATRIA Hoy a sus tres años y dos meses de su muerte se recuerda a Luz Elena López de Osorio en esta imagen acompañada de monseñor José Alejandro Castaño, obispo emérito.

Conocí un maravilloso ser que fue Luz Elena López de Osorio a raíz de mi amistad y cercanía con quien fuera su esposo, el médico Carlos Alberto Osorio, deportólogo y ampliamente conocido por su labor tanto con el Once Caldas, con el que vivió la gloria de sus triunfos, como con los ciclistas en las míticas alturas europeas donde enarbolaron con sudor y sangre el tricolor nacional. Luz Helena se “infectó” del virus de la pasión deportiva y ello la llevó a acompañar a su amado esposo por muchos lugares. Quien esto escribe, hoy obispo Emérito, también buen deportista y amante de estas lides, conseguí en Roma una reliquia de primer orden, es decir, un objeto que hubiese pertenecido en este caso al hoy Santo papa Juan Pablo II. Por ello, entablé una amistad con monseñor Stanislao postulados de la Causa. Y una vez obtenido el Relicario que reposa en la Parroquia creada en Cartago, Luz Helena ya diagnosticada con una enfermedad agresiva y de mal pronóstico puso su esperanza, que nunca perdió, orando ante aquella reliquia. Sus visitas se hicieron más frecuentes y en compañía de sus fieles amigas oramos en varias ocasiones. Al final el dueño del destino y de la vida dispuso que ella creciera en la fe y se agigantara en la verdadera esperanza, la de la eterna bienaventuranza. Mi compromiso en razón de nuestra amistad que abarca a su familia, su esposo, sus hijos y más cercanos consanguíneos, me dieron el honor de presidir sus exequias y proclamar en medio del dolor de la despedida: Tienes un lugar merecido en el cielo por tu grandeza como ser humano, esposa, madre y amiga. Descansa en Paz.
Monseñor José Alejandro Castaño, obispo emérito.