Caridad González, colombiana en Valencia (España).

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Caridad González, colombiana en Valencia (España).

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Caridad González es colombiana, lleva tres años y medio en España y hasta el 29 de octubre cuidaba de una anciana de casi 90 años en la localidad valenciana de Benetússer (este de España), cuando las inundaciones provocadas por un fuerte temporal arrasaron la vivienda en la que ambas residían.

Salvaron la vida de milagro, pero la riada que asoló la provincia de Valencia y dejó 224 personas fallecidas y tres desaparecidas la dejó sin trabajo y sin casa, "con la desolación" de pensar qué hacer ahora con su vida, explica en declaraciones a EFE.

 

La regularización sería "una bendición"

Por ello, recibió "con esperanza, aliento y alegría" las nuevas medidas para la población inmigrante afectada por el temporal aprobadas por el Gobierno español el martes, que pasan por la regularización durante un año para aquellos que no tienen documentación en regla o la prórroga automática para quienes tienen permisos.

Para ella es una bendición. "Somos muchos los que estamos en esa zona sin documentos, sin permiso para trabajar, buscando una oportunidad, buscando una vida digna" porque, según destaca, se trasladaron a España y dejaron todo (su familia, su vida, sus recuerdos, apegos y cultura) en los países de origen.

Asegura que acogerse a la regularización "sería una buena opción, lo más ideal", pero desconoce el proceso que tendrá que seguir, los documentos que les van a pedir y cuáles van a ser la condiciones.

En estos momentos, Caridad González tiene autorizada "una residencia para formación" y está haciendo prácticas de personal sociosanitario, pero su tarjeta la autoriza para vivir, "pero no para trabajar" en España.

Su permiso de residencia vence en mayo, por lo que, si no se resuelve, volverá a formar parte "del grupo de los irregularizados", formado por cuidadoras de personas sin papeles (son ya unas 400) y que creó al llegar a Valencia.

 

Salvar la vida y la de la persona a la que cuida

Caridad González afirma que, cuando se produjeron las inundaciones, lo primero que pensó es que no sabe nadar, pero tenía que sobrevivir por sus hijos, por ella misma y por su madre, pero también salvar a la anciana a la que cuidaba, que protegió con su cuerpo.

"En menos de cinco minutos, el agua inundó la casa, rompió la puerta de la entrada principal y lo único que hice fue coger a la señora, levantarla de donde estaba sentada y cubrirla" para decirle después que tenían que salir de casa, según recuerda.

Finalmente lograron refugiarse en otro edifico y, a la mañana siguiente, ella bajó para ver cómo el pueblo en el que llevaba casi dos años viviendo estaba "hecho un desastre". Le dolió ver el estado en el que estaba todo.

La familia de la señora a la que cuidaba fue a recoger a la mujer, pero le dijo que no tenían sitio para acogerla a ella en su casa. Se quedó "sin trabajo, sin casa, sin los regalos de diciembre que había comprado" para enviárselos a sus hijos y "con la desolación de decir: ¿Y ahora, qué?".

Aun así, agradeció la amabilidad de la gente con ella, detallando que, desde el grupo de cuidadoras que tiene, enseguida la llamaron para ver qué necesitaba y ofrecerle ropa de abrigo, un lugar para dormir y comida.

 


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