Fotos | Freddy Arango | LA PATRIA
La Fundación Mi Refugio está ubicada en la carrera 25 #22-20 de Manizales.
LISET ESPINOZA
LA PATRIA | MANIZALES
Las capas de papel remojado con pegamento diluido en agua hacen que su volcán tome forma. Una botella de gaseosa combinada con otros elementos provocará que haga erupción. La tarea es para las materias de física y química, y este experimento para Harold Estiven Ladino Mota no solo le mantiene su mente ocupada para no pensar en drogas, sino que hace parte de todo un proceso de cambio, pues al igual que el volcán quiere liberar esos años de consumo y siente que desde que encontró refugio, lo está consiguiendo.
La Fundación Mi Refugio, a la que pertenece hace más de un año, es su hogar y aunque es menor que él (nació en el 2021), le ha dado todo lo que su familia le negó: amor y apoyo. “Tenemos 16 beneficiarios, varios llegan por La Posada (hogar para habitantes de calle) y Estiven es uno de ellos. Su mamá es habitante de calle, su papá nunca lo reconoció, vivió con unas tías, pero sufrió maltrato y dejó de estudiar porque la familia le decía que tenía que llegar con $300 mil mensuales y, como también consumía droga, todo eso hizo que cayera en la calle”, cuenta Juliana Estrada Serna, directora y una de las tres fundadoras de Mi Refugio.
Estiven conoce la Comuna Ciudadela del Norte de esquina a esquina. Sus calles fueron cama y colchón por muchos años, y testigos de su ingreso a las drogas desde los nueve años. Ahora, con 21, no es ni sombra de lo que fue. Habla más, socializa más y trabaja. “San Sebastián, Bengala, Bosques del Norte, Samaria, todas esas partes las rondaba, mantenía desaseado y dormía en la calle. Un día un Policía me requisó y me dijo que si pensaba quedarme en ese mundo. Le respondí que quería salir adelante, pero que no tenía la forma porque mi familia no me apoya y me trajo a La Posada, y de ahí me pasaron a la fundación”, dice Estiven.
Juliana explica que la entidad es ambulatoria, es decir, los beneficiarios solo están en ella en las tardes y el proceso consta de cuatro programas en los que van pasando de forma paulatina. “Para nosotros es muy importante que cuando ingresen a Mi Refugio se sientan en su refugio, acogidos, protegidos, en un lugar seguro y en un entorno en el que sean capaces de tomar la decisión de dejar la calle y el consumo”.
Estiven valida el bachillerato en el colegio Boston. Sus clases son de 6:00 p.m. a 9:00 p.m.. Está finalizando décimo grado, se prepara para cursar undécimo y realizar el preicfes. Mientras eso sucede, añade que la fundación es un gran apoyo porque aprendió a convivir con las demás personas, pues se le dificultaba. “Era muy solo, aislado, no me comunicaba con nadie y esto me sirvió, sobre todo, para dejar de consumir. En el colegio me va bien, los compañeros son agradables y amigables. En las noches duermo en La Posada y en el día vendo maní, bolsas de basura, y sueño con trabajar en una barbería (me gusta motilar), expandirme por Manizales y después por el país hasta llegar a otros continentes”, anota.
En Mi Refugio hacen talleres de pintura, bisutería y gracias a la donación de unos hornos empezarán cursos de panadería. En la imagen Harold Estiven Ladino Mota recortando imágenes.
Resocializado
Juliana es psicóloga y lleva siete años trabajando con la población en condición de calle que es el público objetivo de su fundación. Explica que el habitante en calle es aquella persona que encuentra su sustento y su forma de vida en la calle mientras que el habitante de calle es el que duerme en ella. “Con mi profesión sentí un llamado para ayudar a esta población olvidada y estigmatizada por la sociedad. La fundación nace a partir de esa necesidad de trabajar más a fondo con ellos y de brindarles una atención integral para que vuelvan a ser parte de la sociedad. El objetivo principal de Mi Refugio es la resocialización de la población en condición de calle. Queremos que adquieran herramientas internas y externas con acompañamiento integral e interdisciplinario”.
Luis Carlos Sánchez Aricapa es el primer caso de éxito de Mi Refugio. Está graduado, resocializado y sigue asistiendo a la fundación porque, según él, con su experiencia les demuestra a los demás que sí se puede salir adelante.
“No conocí a mis padres. Me crió otra familia y como la relación no era buena me salí a temprana edad de la casa. Cogí la calle a los 13 años y a los 15 empecé a consumir marihuana, luego perico, bazuco y otras cosas. Conocí a mi esposa a los 30 años y consumí hasta los 47. Trabajaba como mecánico y después de vivir juntos por 15 años me dejó. Por ello, me tiré a la calle a dormir en andenes y por nueve años fui habitante de calle”, recuerda Luis Carlos.
El programa de resocialización que emplea Juliana dura entre año y medio y dos años. Enfatiza que el caso de Luis Carlos es de resaltar porque está estable económica y emocionalmente, dejó el consumo de drogas desde hace seis años y está totalmente integrado a la sociedad. “Tenemos una ruta que dependiendo de cada caso se activa. En la fundación encontramos una población más consciente del cambio y del proceso”.
Luis Carlos tiene 53 años y es vendedor ambulante de bolsas, velas, cauchos para pitadora y trapos para la cocina. Su cambio empezó a los 47 años cuando, mientras pedía comida cerca del hospital de Caldas, se encontró con su hija a quien no veía desde hacía 10 años. "Me tendió la mano y me mandó a un centro de rehabilitación, pero solo estuve cuatro meses y aunque no consumí nada, sí tenía conductas adictivas y pensamientos. En La Posada conocí a Juliana y al crear la fundación fui de los primeros en llegar. Al empezar el proceso de rehabilitación aprendí sobre autoestima, valores, a relacionarme con los demás, a ser realidad mis sueños y me sirvió porque volví con mi esposa. Esto es de fuerza de voluntad, uno sabe si quiere cambiar o no".
Datos
*La Fundación Mi Refugio también tiene un programa para el adulto mayor con el que busca ubicar a esta población en hogares para ellos. “Hemos institucionalizado a seis adultos mayores y tenemos cinco en proceso".
*Tres personas conforman el equipo directivo y cuentan con dos practicantes (una de trabajo social y otra de desarrollo familiar). Entre las metas proyectadas este año es contratar a la primera persona. "Estamos medio tiempo porque nuestros trabajos nos dan esa flexibilidad. Trabajamos aparte porque la fundación no nos da los recursos suficientes, pero queremos entregarnos 100% a este proyecto".
Libardo García, institucionalizado hace dos años, le entrega una pintura que hizo a Victoria Carmona Ruiz, una de las tres fundadoras de Mi Refugio.