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Portada del Washington Post Nixon Resigns

De "robo de poca monta" calificaban aún en 1973 varios dirigentes republicanos a la que terminó por ser la historia periodística política más relevante de la segunda mitad del siglo pasado en los Estados Unidos. Tanto que llevó a la renuncia del presidente Richard Nixon y al encarcelamiento de por lo menos 40 personas, incluido el fiscal general de ese país y el jefe de personal de la Casa Blanca.

El 9 de agosto de 1974 llegó el esperado titular del Washington Post: Nixon dimite (Nixon resigns). El día antes el presidente había anunciado que renunciaría ese 9 de agosto al mediodía. Dos días antes se conocieron las cintas que demostraban que sí sabía del entramado que buscaba torpedear el comité electoral demócrata y que había dado órdenes para sepultar las pruebas.

Todo había empezado un par de años antes, en la madrugada del 17 de junio de 1972, cuando en el hotel Watergate, que era sede de la campaña Demócrata a la Presidencia, se encontró a unas personas allanando el lugar. Hasta ese momento era un robo, pero en la vista judicial, uno de ellos señaló haber sido trabajador de la CIA. No hay tres letras juntas que llamen más la atención de un periodista avezado que estas, y Bob Woodward las pilló.

La historia empezó a desarrollarla este novato periodista de la sección local, pero tuvo un primer encuentro bastante poco grato con quien sería el otro protagonista de la historia desde el lado del Washington Post, Carl Bernstein. Este, en un arrebato tomó el texto de aquel y lo reescribió, lo que generó un rifirrafe, que se resolvió demostrando que el segundo texto era mejor, y al tiempo que debió pedir permiso para hacerlo.

Así empezó a trabajar el equipo más legendario del periodismo, un proceso de más de dos años de informes que terminaron en lo ya dicho y en una película que llenó de glamur esta historia, sobre todo, porque fue protagonizada por dos ídolos cinematográficos del momento: Robert Redford, interpretando a Woodward; y Dustin Hofman, en el papel de Bernstein.

Son muchas las lecciones que aún quedan de ese momento. Me atrevo a enumerar algunas:

1. Conectar los hilos: De “un robo de poca monta" al mayor escándalo político en la historia de los EE.UU. Los periodistas se hicieron las preguntas correctas: ¿Qué tiene que ver la CIA en todo esto?, ¿esa libreta de teléfonos por qué tenía números que conectaban con la Casa Blanca?,  ¿a qué correspondían las iniciales con las que se enlistaban teléfonos en esa libreta?, entre otras. Buscar las respuestas a esas preguntas iniciales derivó en lo que finalmente todos conocimos después, incluso los mismos periodistas. Ben Bradley lo describe así (parafraseo): Un periodista empieza a comer una fruta y da una mordida aquí y otra allá y no sabe que es una manzana, sino cuando al final ha probado toda la fruta. Eso es lo que pasa en este tipo de historias, unos buenos reporteros empiezan a halar un hilo y terminan encontrando respuestas que no esperaban, solo la verdad y esta puede ser todo un árbol de manzanas.

2. Sigue el dinero: Este sigue siendo un consejo para todo periodista de investigación, así hoy en día los banqueros se mueran del susto de ayudar a los periodistas a encontrar el dinero por temor a ser sancionados, pues en la era de internet, toda búsqueda deja rastro. 50 años atrás, todo era vieja escuela. La perspicacia de Bernstein lo llevó a Miami para entrevistarse con un fiscal que había decidido investigar cinco cheques cobrados por ventanilla por 114 mil dólares y fue así como descubrió que un cheque  lo firmó uno de los mayores recaudadores de la campaña de reelección de Nixon. Es decir, habían llegado a la cuenta de un ladrón en abril de 1972.

3. No ceder a la presión. Las presiones para el Washington Post fueron ciertamente intimidantes, desde amigos de la alta sociedad de Washington contra la propietaria del periódico, Katharine Graham, a quien le hacían todo tipo de comentarios desobligantes, hasta las amenazas permanentes de demandas por daños morales, pero cerrar filas en favor de los periodistas y apoyarlos en los momentos más adversos significó que se terminara con el peor escándalo político en la historia de la Casa Blanca. Alguna vez le escuché a Carlos Soria que un buen director es el que defiende a sus periodistas frente a quienes llaman a quejarse por un mal trabajo, pero recrimina a ese periodista en privado. Mostrarse compactos, eso es un equipo. Siguieron adelante, aun cuando Nixon ganó la reelección y todo parecía cuesta arriba. Pero ellos confiaban en que tenían la verdad y ese fue el faro que los mantuvo firmes.

4. Los gobiernos mienten. Tras la Segunda Guerra Mundial había cierto tufillo a que los Aliados eran los buenos y que Estados Unidos hacía las cosas correctamente. Eso fue lo que provocó que la historia conocida como los Documentos del Pentágono, que probaba que se sostenía una guerra que se perdía en Vietnam, pero de la que se afirmaba que se estaba ganando, fuera tan difícil de contar. Los jueces daban la razón a la Casa Blanca para censurar al New York Times en principio y luego en un segundo intento al Washington Post. No obstante, esa historia abrió la puerta a la desconfianza y se recuperó eso que habían enseñado los mucrackers -rastrilladores de estiércol- al principio del siglo XX: sí, los gobiernos mienten y la prensa tiene que estar atenta a descubrirlos. Hoy parece un chiste, pero en ese entonces no era fácil ir contra la corriente.

5. Una fuente profundamente secreta. Muchos supuestos estudiosos del caso Watergate atribuyen el mérito solo a quien conocimos entonces como Garganta Profunda, pero es no darse por enterado que esta fuente fue usada como guía, que mostraba caminos, que ayudaba a hacer preguntas, pero no daba datos para publicar inmediatamente. Todo lo contrario, si algo hay en este trabajo es un profundo respeto por la reportería. Gastaron las suelas de sus zapatos tanto Bernstein como Woodward en busca de una verificación, de un documento, de un dato. Tocaron puertas hasta el acoso, si se quiere. Y si bien, Mark Felt, de quien supimos era Garganta Profunda 33 años después, fue pieza clave, hay que entenderla como una voz más en un cúmulo de pruebas. Esto es importante tenerlo presente en tiempos en los que muchos periodistas copian sin procesar lo que fuentes tan profundamente secretas les dicen y  se termina haciendo de idiotas útiles. Una fuente puede darte todo, pero tu tarea es verificar, siempre. El apelativo fue obra de Howard Simons, director adjunto del Post.

6. Cultivar las fuentes. Seguimos con Gargante Profunda, porque este subdirector del FBI conoció a Woodward cuando aún era teniente de la marina y servía como estafeta que llevaba documentos de aquí para allá en Washington. Se toparon en un pasillo, ambos esperando, intercambiaron algunas impresiones y cuando el periodismo aún no estaba en los planes de Woodward supo conservar este contacto, que se convertiría en una fuente mítica del periodismo universal. Y pensar que hay quienes toman el teléfono de una fuente para un trabajo y a la semana ya no lo conservan, y eso que ahora tienes mil manera de guardarlos. Cuando eso era en una libreta de teléfonos o una agenda.

7. Detrás de toda buena historia hay un gran editor. El mejor editor del siglo XX fue Ben Bradlee, “un hombre pintoresco y férreo", en palabras de Woodward. Fue pieza clave en el trabajo consistente de dos reporteros que no podían ser más distintos. Bernstein, un poco anarquista; y Woodward, que había sido oficial de la Marina. Él supo darles rienda suelta y tirar de las riendas cuando fue necesario para que este equipo publicara tantas piezas durante casi tres años y poder llegar a descubrir que la fruta que mordían era una manzana. Esta fue una carrera de largo aliento, que se construyó día a día, durante muchas trasnochadas y hasta metidas de pata, porque eso es lo que sucede cuando se avanza en una historia compleja, ir descubriendo y publicando las diferentes capas y solo con el tiempo percibes que estás ante algo grande como que Nixon podía estar involucrado.

8. En la democracia no puede haber intocables. Para que una democracia sea democracia requiere que no haya intocables, que la prensa pueda hablar libremente de cualquier clase de poder, pero creer que la prensa puede fiscalizar a unos y no a otros es como se empieza a perder el valor de la libertad de expresión. Esa es la mayor lección de Watergate, que se puede llegar hasta el presidente del país que en el imaginario se cuenta como el más poderoso del mundo hasta hacerlo renunciar. 

9. No es por lograr renuncias. Bueno, también hay que decir que la contracara de este logro es que todavía hay mucho periodista que cuenta sus éxitos en funcionarios a los que obliga a renunciar. En Colombia he sabido de varios colegas que llevan las cuentas y esto a veces hace que se pierda el foco de que el periodismo es un servicio, no un poder. Incluso se han presentado excesos en la información porque hay quienes se obsesionan con buscar renuncias, en un país donde casi nadie asume culpas, y se olvidan de que el periodismo debe confirmar, contrastar y explicar. Esto forma parte de la responsabilidad social a la que la prensa está obligada y que al hacerlo protege la información misma. O, en palabras de Bernstein: “...podría haber dado la impresión de que nuestra meta era en todo momento la destitución del presidente. Y no era así, sino llegar al fondo del asunto".

 

Titulares

A continuación los titulares de la primera página que se publicaron en el Washington Post del 6 al 9 de agosto de 1974, hace medio siglo atrás:

  • EL PRESIDENTE ADMITE HABER OCULTADO DATOS; LAS CINTAS MUESTRAN QUE APROBÓ EL ENCUBRIMIENTO (6 de agosto)

  • NIXON DICE QUE NO DIMITIRÁ (7 de agosto)

  • LA DIMISIÓN DE NIXON PARECE CERCANA (8 de agosto)

  • NIXON DIMITE (9 de agosto)

“Richard Milhous Nixon anunció la pasada noche que hoy al mediodía dimitirá como 37 presidente de Estados Unidos. El vicepresidente Gerald R. Ford jurará al mediodía como nuevo presidente para completar los dos años restantes del mandato de Nixon. Tras dos años de amargo debate público sobre los escándalos Watergate, el presidente Nixon ha cedido a las presiones del público y de su partido para convertirse en el primer presidente de la historia de América que dimite".

 

Referencias

Tres libros sobre el caso Watergate

Woodard, B. y Bernstein, C. (1976) Todos los hombres del presidente.

Woodward, B. (2005). El hombre secreto. 

Bradlee, B. (1995). La vida de un periodista.

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