Nuestros niños de fin de semana

Señor director:

Los políticos tienen clara la prioridad de los derechos fundamentales de los niños. No obstante, parece desvanecerse con el transcurrir de los días posteriores a las campañas en el ejercicio administrativo, que con el efecto de grandes obras priorizan la agenda del devenir público. Al final, “lo que se vea, es lo que se hizo”. Pareciera que, cuando hablan de niños se asume que sus derechos están garantizados y que la necesidad del presupuesto puede ser parte solo de las agendas de las grandes obras de cemento.

Los recursos públicos son finitos, en especial para entes territoriales que enfrentan profundos problemas de endeudamiento público. Sin embargo, la prioridad en la inversión se sustenta en la Constitución, en especial en los derechos fundamentales. Cuando un mandatario, como ordenador del gasto, se sienta con su equipo de gobierno a definir la ejecución del presupuesto, no tiene una discrecionalidad absoluta; es decir, no es libre de decidir a su antojo qué obras realizar en el territorio. Siempre tendrá un límite en los derechos fundamentales. Esta situación obliga a los concejos, las asambleas y al Congreso de la República, encargados de aprobar los presupuestos.

Nos encontramos con una dura realidad en Colombia, las madres solteras, muchas con empleos nocturnos y de fin de semana, que dejan a sus hijos solos en casa o al cuidado de vecinos. Niños a merced de la suerte, esperando que la vida les cuide y les proteja. Estas vulneraciones deben activar a los órganos garantistas de los derechos humanos, y proponer las acciones constitucionales que recuerden a los mandatarios que los recursos públicos deben priorizarse en lo más sagrado: los niños. No podemos ser indiferentes e indolentes ante estas realidades; nuestros niños están en mayor riesgo cada día, y los recursos públicos parecen alejarse de ellos.

Sergio López Arias
 

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