Hay tesoros que uno se demora en descubrir, lamento que a mí me hubiera tomado tanto tiempo conocer Salamina y sus alrededores. Pero se llegó el día y cumplí la cita. Mi hermana Gloria tiene un grupo de amigas que se ha dedicado a recorrer los pueblos cercanos y como no conocía mucho del norte de Caldas, apenas programaron ese paseo les pedí que me invitaran. El recorrido hasta Salamina es bueno, ya que la carretera, a excepción de unos pequeños tramos, está bien mantenida, ojalá la Gobernación o la autoridad competente termine de arreglar lo que falta, pues Salamina va a cumplir 200 años de fundada en el 2025 y qué mejor regalo para darle a este hermoso pueblo, que es Monumento Nacional y parte de la red de pueblos que son patrimonio de Colombia, que una carretera perfecta, para que propios y turistas puedan llegar a ella con mayor facilidad.
Al llegar a la plaza me sorprendió la belleza y sobriedad de la iglesia, muy blanca, con un campanario hermoso y un reloj que da la hora como debe ser. El interior del templo destaca por su hermoso trabajo en madera; un púlpito como los de antes, a un lado del altar y el techo, todo cubierto con este material, de una forma tan elegante que agrada mucho a quien lo detalla. Detrás del altar también hay un hermoso fondo en madera tallada, coronado por una hermosa imagen de la Virgen María, Los vitrales dan luz y color a aquel recinto sagrado; un poco de alegría en medio del recogimiento al que invita el templo.
La plaza es muy bonita, con árboles frondosos y una fuente que es orgullo para sus habitantes, ya que fue traída de Europa e imita una que está localizada en la Plaza de la Concordia, en París. A un lado del parque hay un kiosco, que espero restauren para la celebración de los 200 años de fundación, para que así se complete la belleza de este lugar. Las casas de Salamina son hermosas, sus colores alegres pero muy elegantes se complementan con unos balcones que causan admiración por su belleza. Se nota el orgullo y el sentido de pertenencia de los salamineños, quienes se han preocupado por preservarlas en todo su esplendor.
Un poco más lejos se encuentra San Félix, un pueblito pequeño pero precioso, cuyos habitantes originales vinieron de Boyacá y le dieron su identidad, muy diferente a la de Salamina. Las tierras de este lugar albergan ganado y la industria lechera es muy importante allí. Sus habitantes son amables, pero los más amables y acogedores son los habitantes de cuatro patas, varios de ellos nos acompañaron en el recorrido por la plaza y hasta en la iglesia. Si van a San Félix no pueden dejar de comprar quesos y un arequipe delicioso, que hacen allí.
Lamentablemente algunos de los tramos de la carretera que va hasta allí están muy mal, espero que la Gobernación invierta en esta vía que sólo le aporta riqueza a nuestro departamento. Si aquí hubiera más visión, este corregimiento podría ser un importante centro turístico, pues el Valle de Samaria, que queda un poco después del pueblo no tiene nada qué envidiarle al Valle del Cocora en el Quindío, pero ¿qué falta? Una mejor vía de acceso para llegar. Los invito a visitar nuestros pueblos, cuando vaya a otro que me llame la atención aquí les contaré.