Las exequias del ingeniero Gustavo Robledo Isaza se llevaron a cabo hace pocos días en la Catedral de la ciudad, donde se recordó que este manizaleño, más conocido como el “hacedor de imposibles”, fue quien colaboró a principios de los años noventa en el movimiento hacia adelante, unos cinco metros, del baldaquino del altar del templo.

Obra de arte colosal e impresionante que por la altura y esbeltez de sus columnas era muy riesgoso su traslado.

Gustavo, fiel a su estilo de vida, no tuvo ningún problema en medírsele a semejante reto.

Repasando la historia de nuestra ciudad en la década de los años veinte del siglo pasado, sufrió tres pavorosos incendios, quedando prácticamente en cenizas y acabó con la Catedral de madera que se había construido a finales del siglo XIX.

De una capilla construida como un rancho de paja a los pocos días de la fundación de Manizales.

A medida que fue creciendo la ciudad, se pasó a una más elaborada con paredes en tapias y un techo en mejores condiciones, para más adelante llegar a una catedral construida en madera y finalizar con el edificio donde funciona nuestra emblemática Catedral Basílica de Manizales, que entre otras, está catalogada como bien de Interés Cultural Nacional.

La construcción se inició en 1928 y finalizó en 1939. Solo le quedó faltando una torre lateral, que fue terminada posteriormente.

Los manizaleños no podemos olvidar el enorme esfuerzo que se requirió de nuestros ancestros para sacar adelante la obra, sobre todo si se tiene en cuenta que la ciudad en ese entonces no alcanzaba a tener 50 mil habitantes, entre los pobladores del casco urbano y rural y que además, el país no producía cemento, ni acero. Elementos que tuvieron que ser importados.

Guardando las proporciones, me atrevo a hacer una comparación del incendio de la Catedral de Manizales en 1926, con el que sufrió en el año 2019 la Catedral parisina de Notre Dame, que también tuvo que ser reconstruida y cuya reapertura se realizó a finales del año pasado y fue todo un acontecimiento mundial, con presencia de dignatarios de todo el mundo, quienes se unieron para celebrar la restauración de su majestuosa estructura.

Recorrer la Catedral produce alegría y felicidad. La edificación tiene 900 metros cuadrados de vitrales, que están espectaculares gracias a las restauraciones y mantenimiento permanente que se le han realizado. Vitrales que no tienen nada qué envidiarle a las catedrales más famosas del mundo.

Así mismo, da gusto escuchar las melodías que produce el órgano digital que puede replicar con total fidelidad los sonidos de un órgano tubular. Órgano que cuenta con ocho cabinas de sonido y 61 tubos decorativos, instalados en la parte superior de la entrada principal del templo.

Cuenta además, como cualquier catedral que se respete, con sus recorridos turísticos por el Corredor Polaco y el Café Tazzioli.

A medida que ha pasado el tiempo, el centro de la ciudad ha perdido importancia. Afortunadamente todavía quedan muchas instituciones públicas que despachan en este sector, lo que ha contribuido para frenar su deterioro.

Los manizaleños debemos luchar por preservar el Centro Histórico y especialmente sitios tan emblemáticos como la Plaza de Bolívar, el Palacio de la Gobernación y la Catedral.

P.D. Hay mucho qué agradecerle a Gustavo Robledo Isaza, ingeniero visionario que contribuyó enormemente al desarrollo del departamento y de nuestra ciudad.