Cunden la desesperanza, el pesimismo y las visiones apocalípticas, todo eso influido por medios de comunicación, tan escasos en dar relieve a lo positivo, a todo aquello que se hace con vocación y resultados de beneficio comunitario. La educación debería ser motor en inculcar opciones de esperanza y optimismo. Asumir la docencia es responsabilidad de plantearnos, frente a los alumnos, condiciones de entusiasmo para la elaboración de diálogos constructivos, de libre examen, aun al tratar cuestiones adversas.
Marco Aurelio, emperador romano del siglo II de nuestra era, fue un duro gobernante, pero un caudaloso pensador, con serenidad reflexiva en la escritura. Se ocupó, por ejemplo, de escudriñar sentido al destino, en concordancia con la vida en la naturaleza, con el llamado a obligarnos a saber y comprender de qué mundo hacemos parte. Igual hace énfasis en la finitud, la vida con límite en el tiempo que, de no aprovecharse para alcanzar la serenidad, pasará sin lograr otra oportunidad. Elabora condiciones para adquirir la prudencia, la bondad, la comprensión y la magnanimidad, con el propósito de promover objetivos comunitarios y en la formación de ciudadanía.
Bueno también es recordar a Petrarca, del siglo XIV, a quien se le atribuye la creación del humanismo, con la curiosidad de haber elaborado un libro, “Remedios contra la desdicha”, en el cual establece diálogos entre el Dolor y la Razón, para examinar temas relacionados con la salud, la pobreza, las pérdidas de esposa o de hijo, la vejez, la ceguera, la sordera y el miedo a la muerte. Expone las angustias del personaje “Dolor” y las respuestas atinadas del personaje “Razón”, con enseñanzas de enorme actualidad. Reivindica los placeres del ánimo por más seguros, puesto que el ánimo es cada día diferente, pero los días son iguales.
Sobre la vejez advierte la necesidad de aceptarla en un proceso de vida, como algo inevitable, pero con la capacidad de acomodo en la voluntad para que cada etapa de la vida tenga sus características, llevaderas con creatividad y oficio. No hay época mala en cada uno, siempre y cuando se haga buen uso de ellas. Se sabe que no hay vuelta atrás, ni pausa, ni atajo evasivo, puesto que el camino sigue. Indispensable disponer de la capacidad de esfuerzo para superar los problemas, incluso los de la memoria. Casos de recordar los de Solón, Crisipo, Homero, Simónides, Isócrates, entre otros.
Un guerrero de siete suelas, Napoleón (ss. XVIII y XIX), también fue pensador y escritor de luces. Trató temas como la indecisión y la anarquía que conducen a resultados indebidos. Reivindica la prudencia, la sabiduría y la destreza para conseguir hechos de singular significación. No descarta el valor de lo imprevisto, con acontecimientos inesperados que puedan reconducirse. De especial interés su aseveración en la importancia del dibujo y de las ciencias exactas: el dibujo nos enseña a ver, y las matemáticas a pensar. También asegura que en todo lo que se emprende, la razón asume los dos tercios, y el tercio restante es producto del azar. Cosas del destino.