El estribillo de la esperanza aclimata el escepticismo y hace del tiempo una columna de intimidación. La esperanza es una espera sin sosiego, con capullos en las brisas de lo imaginario, y el desespero en la espera consume la idea de esperanza, convertida en tornasoles. Contravención de los sonidos por senderos en descenso, alejados de nubes, con apenas sombras en el destino del tiempo. Los sonidos se piensan aun en la infamia de los cordeles atados a la memoria de lo desconocido. Se desciende con pasos inseguros, en los escalones naturales del escarpe. La vida tiene sus ocurrencias, apegada al destino de las probabilidades./ El silencio hace del diálogo una promesa de futuro asegurado, con la velocidad de lo incierto. El mutis se hace pieza de cadena, hasta el huerto de ilusiones interpretadas en el trino de aves peregrinas. Y en lo veleidoso de la mirada, la conquista de paisaje reduce la espera circunscrita a momentos de levar anclas.

Sueños arcaicos componen la narrativa en los días de busca, entre sombras por lugares de zacatín, y la fábula irrumpe con sesgo de metáfora en el acantilado de ocasiones sin sentido. Narrar se vuelve una transfusión de sensaciones en palabras que buscan lugar en la oración de los principios amorfos./ El decir de las cosas es expresión de su alma, con la fortaleza de la madera y la piedra, con incursión de formas tejidas al vacío, en lo inexpresivo de intimidades de forastera condición. En lo expreso de los silencios se continúa el labrado de la esperanza, y todavía sin verse la luz al final del túnel el camino sigue en su conquista.

Mengua la luna de la esperanza, en medio del sortilegio de los astros, y las estrellas tutelan el llamado a la imaginación. La fantasía se escapa por las ventanas de un soñado universo, cercado en prolegómenos bajo palabras de abjuro. Astros y estrellas caminantes se entretienen en la cobardía de las presunciones./ Las penumbras hacen del silencio una golosina, con escape en la meditación de los asuntos cotidianos, sujetos al contrapeso de instantes de sorpresa. Penumbras sometidas a la duración del duermevela, de consecuencias en lo desconocido. El silencio retribuye en la confianza del ser en el mundo.

La esperanza en el cuchicheo de las formas hace de lo lúcido una oportunidad para sumergir la realidad en las premisas de lo subconsciente, y las cortinas de humo opacan el sentido de futuro, en el ardid de la esperanza. Las formas prefiguran el pensamiento a pesar del infortunio en la interpretación./ La música es el gozo de la vida en la blandura de sentimientos acomodados al momento de escuchar las obras de los grandes compositores, y en el después implorar por el buen destino, con la fe sin escrúpulos. La esperanza cierne sus bendiciones en el ágora de las postrimerías al acecho.

En la ensenada de los suplicios las palabras de bagatela suplen el encanto del paisaje alegórico, y tienden atmósfera para el cautiverio de los sueños. Sombras en la conciencia hacen de lo forastero un explorador de palabras, recaudadas por el viento, a orillas del mar, en la condición de subterfugio del llanto. “El contenido de la esperanza es el profundo convencimiento de que algo tiene sentido… La esperanza es el fermento de la escritura. La poesía es un lenguaje de esperanza”, dice Byung-Chul Han.