- Rector, buenos días.
- Buenos días, profe.
- Estoy feliz.
- ¿Qué pasó, profe Ana?
- Rector, todos mis niños ya están leyendo. Bueno, excepto Juanita, que está un poco quedadita. Pero ya elaboré un plan de trabajo especial tanto para la escuela como para la casa. La mamá está muy dispuesta a colaborar y estoy segura de que también la vamos a sacar adelante.
La satisfacción de la profe Ana es la expresión de muchos profes de los primeros años de vida escolar. Con sincero asombro expresa la alegría de ver a sus niños lograr aprendizajes significativos: escribir sus primeras letras, pronunciar sus primeras frases… Pero también muestra la preocupación por aquellos que no han logrado esos aprendizajes y las acciones pedagógicas que han diseñado para permitirles, como a Juanita, el derecho de aprender.
Actualmente, y por normas del Ministerio de Educación Nacional (MEN), los Derechos Universales de Aprendizaje (DUA) se garantizan por medio de los Planes Individuales de Ajustes Razonables (PIAR). Las secretarías de Educación contratan un operador para asesorar y acompañar a los maestros en la elaboración de los PIAR para cada niño “caracterizado”, según los criterios definidos por el MEN. Periódicamente, la secretaría de Educación y el operador visitan las instituciones educativas para verificar el avance del proyecto, asegurando que la población caracterizada esté en el sistema de matrícula (SIMAT) y que cada niño tenga su respectivo PIAR para cada asignatura.
No obstante, me permito plantear varias inquietudes que solo encuentran razón en mi afán indeclinable de garantizar que los niños accedan a los aprendizajes. No me preocupan tanto los niños que no tienen PIAR; me preocupan más los PIAR que no tienen niños. Corremos el riesgo de enfocarnos en el instrumento y no en los aprendizajes. Podemos tener PIAR muy bien elaborados y técnicamente construidos, pero ¿y los aprendizajes? Digo que estos me preocupan más porque los buenos maestros se ocupan de los niños que no tienen PIAR. No comprendo cómo el MEN y las autoridades educativas deciden quiénes merecen y reúnen requisitos para ser beneficiados con el diseño de estrategias metodológicas especiales que les permita el aprendizaje.
Creo firmemente que todos los niños merecen y tienen derecho a aprender, y que la escuela y los profes tienen el imperativo moral de hacer todo lo necesario para conducirlos al maravilloso mundo del conocimiento y del saber. La profe Ana es una prueba irrefutable de esto. Con su vocación, diseñó los planes para que Juanita superara las barreras en sus primeros aprendizajes de lectura y escritura, y Juanita demuestra que los niños sin PIAR pueden aprender si están en manos de buenos profesores como Ana.
Aclaro que no me opongo a los PIAR. Pienso que es una estrategia incompleta que no garantiza ni evidencia los aprendizajes, y que instrumentaliza al maestro. Todos los niños merecen planes particulares para aprender, y en ese propósito el maestro es vital. Espero que muchos niños, ojalá todos, tengan la misma suerte de Juanita y encuentren en su camino a una profe como Ana, que no solo celebra los éxitos de muchos niños, sino que también se ocupa de cada uno de modo particular, como lo hizo con Juanita, para que todos puedan experimentar la alegría de aprender.