‘Roce’, además de inflexión verbal (primera y tercera personas del singular del presente de subjuntivo), es la acción del verbo ‘rozar’ (‘pasar tocando ligeramente algo’). Y se escribe con ‘ce’, porque cuando a la ‘zeta’ le siguen las vocales ‘e’, ‘i’ se cambia por esa consonante. El redactor de la sección Mundo de LA PATRIA escribió: “...y su piloto resultó herido con rose de bala en la cabeza” (Sube tensión en Bolivia, 29/10/2024). “...por un roce de bala...”, lógicamente, porque ‘rose’ es la tercera persona del singular del presente de subjuntivo del verbo intransitivo e impersonal ‘rosar’ (del latín ‘ros-roris’, ‘rocío’), ‘caer rocío’. A través de los siglos, el verbo ‘rozar’ ha tenido cambios de significado, como lo enseña J. Corominas: “Significó primeramente ‘roturar, arar un campo por primera vez’, 1282; ‘limpiar de maleza y hierbas’, 1490; después ‘pacer la hierba de un prado’, 1506; ‘raer y desgastar la superficie de un objeto’, 1383, y, en fin, ‘pasar tocando ligeramente’, 1601. Del latín vulgar ‘ruptiare’, derivado de ‘rumpere’* (participio ruptus)”. *Rumpere (‘romper, destrozar, desgarrar’). Nota: el verbo ‘rosar’ es un regionalismo español, de Asturias, especialmente. El castizo es ‘rociar’ (de ahí ‘rocío’), que tiene, además de ‘caer rocío’, otros significados, como ‘irrigar, esparcir, regar’, etc. Se conjuga como ‘enviar’. 
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Muy de tarde en tarde me tropiezo con alguno que inexplicablemente confunde ‘descendencia’ con ‘ascendencia’. Esta vez fue con el columnista Simón Gaviria, que esto escribió:   “El lado positivo es que existe la posibilidad que por primera vez tengamos dos senadores de descendencia colombiana...” (LA PATRIA, Presidente Trump, 29/10/2024). ‘Inexplicablemente’, porque es evidente que se trata de algunos antepasados de esos dos senadores, es decir, de su ‘ascendencia’ familiar, que la integran padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, y de éstos hacia ‘arriba’ los demás hasta llegar al primero de esa familia. La ‘descendencia’ familiar la integran hijos, nietos, biznietos (bisnietos), tataranietos, choznos, y de éstos hacia ‘abajo’ ininterrumpidamente o hasta que la cadena se rompa por algún motivo extraordinario. Además, el ‘miedo al dequeísmo’ lo llevó a suprimir la preposición ‘de’ en el comienzo de la cita: “...existe la posibilidad que...”, no, “existe la posibilidad de que...”, así, correctamente. 
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Titular de LA PATRIA: “César Gaviria es reelecto en medio de polémica” (1/11/2024). Hasta el oído rechaza esta construcción gramatical, ‘es reelecto’. Disuena. No así ‘es reelegido’, que suena armoniosamente, y es castiza, porque la gramática –siempre lógica– enseña que los participios pasivos irregulares de los verbos que los tienen sólo se emplean como adjetivos (‘el presidente electo’), no como parte de sus compuestos (‘fue elegido, fue reelegido’). No siguen esta norma los participios pasivos irregulares ‘frito’ (de ‘freír’), ‘preso’ (de ‘prender’), ‘provisto’ (de ‘proveer’) y ‘roto’ (de ‘romper’), cuyos participios regulares son ‘freído’, ‘prendido’, ‘proveído’ y ‘rompido’, que, en mi época de estudiante, fue siempre considerado error. A propósito, actualmente el uso diario del participio pasivo irregular de ‘corromper’, ‘corrupto’, hizo olvidar el regular ‘corrompido’: nadie dice ‘políticos corrompidos’ (más expresivo), sino ‘corruptos’. ¡Lástima! 
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En su artículo sobre el libro de Alejandro Gaviria, el comunista sabatino Fernando-Alonso Ramírez escribe: “...las misma formas que lo hacen lejano a los electores...” (LA PATRIA, 2/11/2024). Castizamente, “...lejano de los electores...”, porque la preposición ‘de’, entre otros, introduce complementos circunstanciales que indican el punto de origen de la relación de espacio entre dos objetos separados. Con la preposición ‘a’ se expresa lo contrario, como se ve claramente en ese ejemplo: ‘De Manizales (origen) a Neira (término) hay dieciocho kilómetros’.