De la entrada ‘tocayo-ya’, los diccionarios regulares sólo dan la definición, sin anotar su origen: “Respecto de una persona, otra que tiene el mismo nombre”. Por esto, un curioso lector pregunta de dónde viene. En el 2019 traté este asunto y cité algunas partes de lo que anota J. Corominas sobre este vocablo. Hoy, porque me parece interesante, transcribo todo lo que el filólogo dice de ‘tocayo’: “De origen incierto. Probablemente empezarían llamándose tocayo y tocaya las parejas que llevaban un mismo nombre, por alusión a la frase ritual  del Derecho romano Ubi tu Cajus, ibi ego Caja (donde tú seas llamado Cayo, a mí me llamarán Caya), que la esposa dirigía al novio al llegar a su casa la comitiva nupcial; empleada esta alusión por estudiantes que trataban de iniciar un galanteo con chicas del mismo nombre, el pueblo, sin entender la alusión, se apropiaría el vocablo, con aplicación generalizada. Como la documentación más antigua procede de España, no es probable que venga del náhuatl, donde, por lo demás, no hay palabra exactamente comparable, pues tocaytl sólo significa ‘nombre’ ”. Nota: ‘náhuatl’, “Lengua hablada por los nahuas, impropiamente llamada también azteca o mexicana”.  ‘Nahua’, “individuo de un antiguo pueblo indio que habitó la altiplanicie mexicana y la parte de América Central antes de la conquista de estos países por los españoles, y que alcanzó un alto grado de civilización”. 

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La crónica sobre la renuncia obligada del ministro de Hacienda Ricardo Bonilla (LA PATRIA, Redacción, 5/12/2024) parece escrita por un hijo de España, pues utiliza, como los españoles, el antepresente (pretérito perfecto) en lugar del pretérito simple de indicativo, por ejemplo, “...ayer Petro ha cambiado de opinión...” por “...cambió de opinión...”. Más muestras del mismo escrito: “...le ha pedido la renuncia...”, “...lo ha hecho con una excusa...” y “Ayer mismo se ha conocido una carta...” en vez de ‘le pidió’, ‘lo hizo’ y ‘se conoció’, como lo expresamos los colombianos. La diferencia de estos dos tiempos verbales es evidente: no es lo mismo decir ‘no dormí bien anoche’ que ‘no he dormido bien esta semana’ y ‘lo vi al frente de la catedral’ que ‘lo he visto al frente de la catedral’. Ello es que el ‘pretérito simple’ expresa un hecho pasado, realizado y cumplido, una sola vez; el antepresente, en cambio, un hecho pasado continuo, es decir, que se repite periódicamente. 

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Es frecuente entre periodistas y escritores en general el empleo del antepretérito o pretérito pluscuamperfecto de subjuntivo por el antepospretérito (potencial compuesto o perfecto) de indicativo, como en esta muestra: “...si se hubiera escuchado la voz de una mujer, no se hubiera dado el golpe de estado bolchevique, no hubiera existido la revolución rusa...” (LA PATRIA, Luis Guillermo Giraldo, 7/12/2024). Castizamente, “...no se habría dado...” y “...no habría existido...”, porque este tiempo verbal expresa un hecho que se realiza o no de acuerdo con la presencia o ausencia de acciones o circunstancias anteriores (pasadas, expresadas en este caso por el antepretérito de subjuntivo), verbigracia, ‘si el árbitro hubiera (o ‘hubiese’) sancionado la falta, el resultado habría sido diferente’. En el artículo citado, su autor comete este error gramatical seis veces, una de ellas, la siguiente: “Sin ese golpe de estado no hubieran llegado al poder los cinco hombres que llenaron de infamia y muerte el sigo XX”. Este solecismo se comete también con los respectivos tiempos simples. En conclusión, esas dos inflexiones verbales no se deben emplear la una por la otra, pues pertenecen a tiempos y modos diferentes.