Ayer se conmemoró el Día Internacional de la Mujer, que nos recuerda las luchas de nuestras predecesoras por la equidad de género. Siento que como sociedad hemos ido evolucionando y entendiendo el sentido real de la fecha: visibilizar las brechas para cerrarlas. No es un día para felicitar “a lo más hermoso de la creación” y otro montón de ‘palabras bonitas’.
No, es un día dedicado a la reflexión y a la exposición de brechas de género por parte de la sociedad. Empresas, individuos, gobierno y organizaciones, comprometidos con la causa, y por fortuna en muchos casos, con coherencia con el discurso. Aunque no siempre, otras se visten de morado, pero por ejemplo, no tienen políticas claras de equidad de salarios, o en procesos de selección prefieren a los hombres porque no se embarazan, el famoso greenwashing.
Durante los días previos a la conmemoración he recibido varias invitaciones: unas que visibilizan el trabajo de las mujeres (aquí tenemos una deuda histórica con escritoras, científicas, etc); otras que motivan a la reflexión, al empoderamiento y a la inclusión, que previenen en temas de violencias de género y que ponen sobre la mesa, cifras sobre las que hay que trabajar.
Algunas conclusiones del estudio ‘La mujer, la empresa y el derecho’ edición 2024 (https://cutt.ly/Uw1UUISv), que presentó el Grupo Banco Mundial el pasado 4 de marzo, son:
A nivel global las mujeres gozan de menos de dos tercios de los derechos que tienen los hombres.
Los países que tienen leyes solo cuentan con menos del 40% de sistemas para su aplicación.
Ningún país brinda igualdad de oportunidades a las mujeres, ni siquiera las economías más ricas.
Las mujeres dedican, en promedio, 2.4 horas diarias más que los hombres a tareas de cuidado no remuneradas.
Solo el 20% de las economías exige que se apliquen criterios con perspectiva de género en los procesos de las adquisiciones públicas.
El 50% de las mujeres participa en la fuerza laboral mundial, mientras que en los hombres la participación es del 75%.
Las mujeres ganan solo 77 centavos por cada dólar que se paga a los hombres.
Si se cerrara esta brecha, el producto interno bruto mundial podría aumentar más del 20%.
Algunos datos de interés en Colombia son:
Según la ANDI, la participación de mujeres en juntas directivas pasó del 25% en 2019 al 34% en 2023 y en cargos directivos del 34% en el 2019 al 42% en el 2023.
Según el DANE al 2014, la tasa de desempleo en enero era del 15,9% en mujeres y 10,4% en hombres. Las mujeres sin estudio ganan 39,3% menos que los hombres sin estudio, siendo la brecha rural del 28,4% y la urbana del 11%.
Se evidencia pues, que la autonomía económica es un asunto fundamental y necesario para avanzar en otros aspectos. Le agradezco a mi mamá que me hubiera inculcado su importancia, ella trabajó desde los 15 años, sus pasos los he seguido al pie de la letra.
Tea Trumbic, autora principal del informe en cuestión, concluye que: “Urge más que nunca acelerar los esfuerzos para reformar las leyes y promulgar políticas públicas que empoderen a las mujeres para que puedan trabajar, crear empresas y hacerlas crecer”. Sin duda ha habido avances representativos, pero aún hay muchas brechas por cerrar, no solo en leyes sobre igualdad de oportunidades, sino en su efectividad y monitoreo de su cumplimiento. Por eso el 8M es la oportunidad perfecta para conversar al respecto.