Álvaro González Alzate, premio Vida y Obra de un dirigente, que otorga el Comité Olímpico Colombiano. Ceremonia el 20 de enero. ¡Felicitaciones!

La fábrica de sueños.

En el partido sin balón, desde los escritorios de los dirigentes, se delinean los objetivos, se define la nómina y en medio de las dudas por los nuevos fichajes se eleva la temperatura.

Flujo de noticias con aciertos o escepticismo. Las diferencias se marcaran en las canchas.

El técnico va sumando nombres a su grupo, con descartes por reproches a su disciplina, como Rangel y Sossa; incompetencia y cargas tributarias sin su agrado, el argentino delantero, Alejandro Quintana; negativa a vestir la casaca del club blanco, como Alejandro Piedrahíta y Kelvin Osorio y alto costo como Harold Rivera, ahora en Junior y Emanuel Olivera en Santa Fe.

Deprimido es el movimiento de fichajes en Colombia y el Once se mueve en esa postura. Lo común el traslado de jugadores libres, veteranos, descartados en otros clubes, de regreso fracasados en sus aventuras en el exterior, con discretos currículos inflados, por perifoneadores empresarios.

Víctor Hugo Dorrego, altera el ambiente. Llama la atención por su demarcación, volante creativo, su disparo a gol con pelota quieta y en movimiento y su dinámica en el ida y vuelta.

El típico "10" uruguayo, en constante movimiento. Diferente a Billy Arce y Lucas Ríos, con técnica en el juego, creadores a la antigua, influyentes en el ataque, sin aporte en las tareas de marca.

Llega de Oriente Petrolero, en Bolivia, donde se juega un fútbol modesto.

Hay de él buenas referencias, lo mismo de Juan Carlos Díaz, el chico volante de marca, con breve recorrido en el exterior y el Medellín, que proviene de Patriotas.

De Boyacá, del mismo club, se fichó a Mateo Rodas, un zaguero grande, rústico y físico, con deficiencias en el manejo del balón, como Jerson Malagón, de amplio recorrido en Colombia, con pasado en América, Santa Fe y Pasto, condicionado por su afecto a la parranda y la noche.

Joan Parra, arquero, con técnica en el “juego de pies”, ágil en la portería, intuitivo para adivinar la trayectoria del balón, con buenas referencias, pero sin fútbol aéreo.

Mateo Zuleta, extremo, es la reciente incorporación. Sabe jugar por el interior del campo, detrás del 9. Es media punta. Juega hacia adelante, es intenso, no hace pausas, pero es una muy buena alternativa.

Facundo Boné jugó mucho y bien en el Pasto y poco o nada en el Tolima, su último club. Hace meses lo busca el Once Caldas. Es zurdo para zonas de ataque. Juega con perfil natural y opuesto, gambetea y es rápido. Está a punto de su firma.

Se esperan tres jugadores, en proceso de contratación.

Los adquiridos pasaron por riguroso análisis, con preferencias al músculo y no al talento y no obedecen a los caprichos e intereses de dirigentes y empresarios. En este aspecto, tengo mis dudas. El gerente deportivo se mueve como lo hacía en el anterior “mandato”, con los mismos representantes.

Ocurrió con los últimos años, con Emanuel Gallardo, el hijo del “Muñeco”, entrenador de River Plate; Messiniti, un delantero argentino sin goles y el zaguero Buschiaso quien ganó renombre entre las chicas pero no entre los aficionados. Jugó muy poco.

Con Gustavo Torres que llegó a pelarle la noche a Dayro, a armar la guachafita, Velasco y Morán que jugaban de todo o de nada y nunca pasaron de mediocres suplentes y Guzmán, cuya hoja de vida tiene títulos de motociclista y no como futbolista.

Capítulo final para Felipe Castaño. De la casa. De Manizales. Tiene condiciones, pero sus arrebatos emocionales lo han malogrado. “No le niega una patada a nadie”. Por eso, con 26 años, tiene solo 35 partidos en primera, así le mienta a la prensa con su historia.