Fanny Bernal Orozco * liberia53@hotmail.com
El artículo 237 del Código Penal castiga con una pena de un año y cuatro meses, a seis años de prisión, como reo del delito de incesto, a quien ‘realice acceso carnal u otro acto sexual con un ascendiente, un descendiente, adoptante o adoptivo o con un hermano o hermana’.
Alrededor de los actos de incesto, se teje un silencio que conspira y atenta contra la salud mental y emocional de las víctimas. Este mutismo se da por miedo, por vergüenza, por las amenazas proferidas e inclusive por pesar hacía las personas que lo realizan ya sean padres, madres, hermanos, tíos, primos; por quiénes los afectados sienten emociones perturbadoras y ambivalentes.
El abuso sexual que se comete contra niños y niñas, deja toda clase de traumas y afectaciones, que van desde lo psicológico y emocional, social y familiar, cognitivo y físico, hasta la afectación por enfermedades de transmisión sexual, psicosomáticas, inmunológicas y embarazos.
En ocasiones el incesto va acompañado de insultos, golpes, heridas, conductas que agravan los hechos y, ante los cuales, los menores no tienen ninguna posibilidad de defenderse. Menos de pedir ayuda, debido a las amenazas proferidas por el adulto.
- “Mi papá, me gritaba que si yo decía algo, nos iba a dejar y nos ponía a aguantar hambre y, que si algo pasaba, yo era la única responsable”. Testimonio de una joven de 28 años, señalando los actos cometidos por el padre desde que ella tenía 8 años y hasta a los 14.
El abusador o abusadora, sabe que está cometiendo un delito y por ello usa su poder y autoridad para doblegar la voluntad de su víctima, a través del chantaje, los castigos y las amenazas.
- “Lo que más me ha dolido al recordar todo este sufrimiento, es que mi mamá lo sabía, se lo conté y hasta se lo grité varias veces, nunca hizo nada. Ahora que ellos dos están muertos, me siento libre de contar y expresar mi rabia. Los odié a ambos por mucho tiempo”.
Guardar el secreto es hacer parte de la conspiración del silencio, medio por el cual la familia se mete en una trampa en la que se multiplican el dolor, la rabia, la culpa, los deseos de venganza, la vergüenza y la violencia intrafamiliar, con todas las secuelas que de esta situación se derivan.
Una manera de comenzar a sanar es contar y denunciar.
* Psicóloga - Docente titular de la Universidad de Manizales.
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