Si hay unas situaciones que hagan evidente de qué están hechos los seres humanos, ellas son la muerte y el duelo, más aún cuando quien murió, ha dejado objetos, bienes o una gran herencia. Existen diferentes casos que hacen visibles historias que agudizan el dolor que produce la pérdida, debido a la mezquindad de los que ahora de manera repentina son cercanos.
Hijos, tíos, abuelos, hermanos, esposos u otras personas que siendo familia, siempre guardaron distancia y se mantuvieron al margen de la enfermedad, del cuidado y jamás tuvieron tiempo, tampoco dinero para apoyar a la familia, de repente en las ceremonias, lloran, se lamentan y se duelen por la ausencia de ese ‘pariente’, sin ningún recato.
En el caso de la muerte de los padres, dice José Carlos Bermejo y otros, en el libro, Las cinco pulgas del duelo: “Que la muerte de los padres es una experiencia tan límite en la vida de un adulto que, de alguna forma, logra dejar al desnudo, como nunca antes, la calidad misma del vínculo familiar con los padres y entre los hermanos”.
Afirma una persona que está en duelo, que no ha podido tener tiempo para llorar su pérdida, porque le ha tocado lidiar con sus tres hermanos que no vivían en Colombia; ella está casada y tiene dos hijos adolescentes, se hizo cargo de su mamá enferma durante cinco años y al morir ella, los hermanos que nunca tuvieron tiempo para volver y acompañar, ni dinero para cubrir los gastos de su madre enferma, comenzaron a tomar decisiones, sin preguntar, sin acordar nada e hicieron a un lado a la hermana cuidadora; ella ya no era importante y comenzaron los problemas, se repartieron las cosas y desocuparon la casa que fue de los padres con mucho afán y sin ningún respeto.
En otra historia, un padre muere de forma repentina, quedan su esposa y cinco hijos, a las dos semanas, uno de ellos convoca a una reunión y le pide a su madre que se afane a hacer los papeles de la sucesión y le exige además que les entregue también, lo que ella dejaría al morir puesto que según él, ella ya está muy vieja y no necesita ese dinero.
En una experiencia de duelo afloran muchas emociones y los conflictos se recrudecen, narrativas como estas, son un ejemplo de la mezquindad de algunos seres humanos; el afán de poseer y beneficiarse, les hace alejarse de una de las tareas más importantes de un duelo, la cual es honrar la memoria del ser querido y en lo posible acompañarse como familia.
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Profesora Titular Universidad de Manizales