Fanny Bernal Orozco * liberia53@hotmail.com

 

En 1997, la Corte Constitucional de nuestro país, despenalizó la muerte digna o asistida, según la sentencia C-239. Sin embargo, hace falta una clara reglamentación, puesto que es muy frecuente que a los enfermos se les impongan toda clase de impedimentos y trabas, para poder acceder a su final asistido, de acuerdo con sus necesidades particulares, lo cual prolonga -la mayoría de las veces- el dolor y el sufrimiento, pero no sólo de él, sino también a quienes lo acompañan.

De acuerdo con la Fundación Pro Derecho a Morir con Dignamente (DMD): "Morir dignamente es un derecho inalienable de todo ser humano. Una muerte digna respeta la autonomía de las personas. Es valiosa para quién muere. Implica poder decidir sobre el modo como cada quien quiere morir, según sus creencias, valores y sentido de la vida".

Es importante preguntarse:

 

- ¿Qué quiere una persona para vivir el final de su vida?

- ¿Con quiénes le gustaría estar en esos momentos?

- ¿Tiene algún asunto pendiente que le gustaría resolver y con quién?

- ¿De quiénes se quisiera despedir?

 

Tal vez es importante que los familiares o cuidadores cercanos pregunten a un profesional experto, cómo acompañar y qué pasos seguir. Eso para que el final de su ser querido, en la medida de lo posible, sea menos traumático.

También es trascendental que muchas personas conozcan el Documento de Voluntad Anticipada (DVA), en el cual se pueden expresar decisiones respecto a la forma de morir y otros deseos, teniendo en cuenta que en ello priman la voluntad y la autonomía del paciente.

Afirma Elisabeth Kübler Ross, médica psiquiatra y quién escribió, investigó y acompañó a miles de personas a morir, que la muerte es un momento sagrado y por ello requiere solemnidad, respeto, empatía, silencio, ternura, caricias y amor.

En lo posible y si las circunstancias lo permiten, hace bien escuchar música suave, lo cual ayudará a relajar a todos los presentes. Es bueno orar (si se es creyente); así como también expresar palabras de respeto, agradecimiento, amistad y despedida.

Al respecto, Frank Ostaseski en su libro Las cinco invitaciones manifiesta: "La dignidad no es un valor objetivo, sino una experiencia subjetiva. El cuidado con dignidad, promueve el respeto a uno mismo, honra las diferencias individuales y apoya la libertad de la gente para vivir su vida y su muerte conforme a sus deseos personales".

Hablar de estos asuntos, conversar con la familia y dejar claras estas decisiones, son gestos respetuosos consigo mismo y con los seres queridos con los cuales se ha tejido la urdimbre de la vida.

 

* Psicóloga - Docente titular de la Universidad de Manizales.

www.fannybernalorozco.com

 

 


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