Fernando-Alonso Ramírez

Periodista y abogado, con 30 años de experiencia en La Patria, donde se desempeña como editor de Noticias. Presidió el Consejo Directivo de la Fundación para la Libertad de Prensa en Colombia (Flip). Profesor universitario. Autor del libro Cogito, ergo ¡Pum!

Correo: editornoticias@lapatria.com

X (Twitter): @fernalonso

¿Cómo lograr los cambios en una sociedad? Estoy casi seguro de que pocos dudan en responder: es la educación. No obstante, todo empieza a complicarse cuando nos tenemos que poner de acuerdo a la hora de lo que consideramos una buena educación. 

La hundida Ley Estatutaria de Educación, el paro de maestros que se repite cada tanto para defender intereses de los profesores por encima del derecho a la educación de los alumnos son prueba de ello. Ni hablar de lo que es la educación para el trabajo o la promoción de la investigación aplicada en la universidad, porque empiezan las ideologías a hacer de las suyas. Mientras tanto, llevamos no sé ya cuántos años hablando de lo mismo en el país, lanzando planes rimbombantes, trazando metas ambiciosas para superar los malos indicadores de siempre, pero al final, como tantas cosas en Colombia, con mucha iniciativa y poca acabativa. 

Un estudio del exsecretario de Educación de Manizales y hoy rector de la Corporación Universitaria Iberoamericana Ricardo Gómez Giraldo demostró que la calidad en la educación no es un asunto que les interese a las élites de este país, al menos no halló prueba de ello en las actas de la Andi ni en las de Fecode, como para dar cuenta del verdadero problema. Decimos poner la educación en el centro, pero no lo hacemos. 

¿Saben quiénes sí la ponen? cientos de papás que se endeudan, que hacen sacrificios para llevar a sus hijos a colegios que creen que les brindarán una educación que los preparará mejor para estos tiempos de incertidumbre. En Manizales eso se ve en la cantidad de buenos colegios privados, pero esto tiene el sello de la convicción propia, no de la política pública, que poco hace por mejorar los estándares en la educación pública, en general, pues hay excepciones. 

Esta indiferencia permite que se agrande el apartheid educativo que se ha creado entre educación pública y educación privada, y que se convierte en el mayor peligro de que las desigualdades en el país en lugar de reducirse se amplíen más, entre quienes tuvieron acceso a una mejor educación y quienes no.

Pero no era de esto de lo que quería hablarles, sino que ya me conocen. Cuando me ponen a hablar de educación no hay quién me detenga, porque es un asunto que me entusiasma. Casi nada me gusta más que hacer periodismo, pero hay una cosa que sí, y que disfruto siempre: impartir clases. Para mí, enseñar, consiste en conversar con los alumnos, en, a partir de sus inquietudes y sus experiencias, guiarlos para construir su propio conocimiento. Por eso, siempre estoy buscando formas de innovar en el aula de clase y de combinar la magistralidad, en la que sigo creyendo, con la lúdica, que es absolutamente necesaria en los tiempos de hoy.

Hacer del aula un ambiente de aprendizaje innovador es algo que he ido volviendo cada vez menos intuitivo y más metódico, gracias a una maestría que curso en la Universidad Autónoma de Manizales sobre estos asuntos. En las lecturas y en el proyecto de trabajo de grado me topé con un autor a quien estoy emocionado de seguir, el catalán Daniel Cassany, que tiene una treintena de libros, canal de youtube donde se pueden ver todas sus conferencias y cursos. Ah, y es tuitero como yo. Se trata de un lingüista docto que se ha dedicado a encontrar formas de acercar a los profesores a ser más conscientes de la tarea docente. A arriesgar nuevas metodologías y a evaluarlas, a darse cuenta que eso que parece rutinario, es realmente un espacio para la investigación educativa.

El libro más reciente que leí de él es El arte de dar clase (2021), que cuenta con este subtítulo: (según un lingüista), así en paréntesis, es un manual en el que el autor avanza en nueve capítulos con su experiencia y con sus investigaciones para mostrar caminos que permitan conocer mejor a los estudiantes para enseñarles con más certeza. Aborda anécdotas como su miedo el primer día que iba a dictar una clase, cómo aprender de los alumnos -algo que aplico siempre-, como fomentar el trabajo colaborativo y cooperativo y nos enseña a hacernos entender. Esto sí que es importante. Hace años en un curso que hice de capacitador de capacitadores escuché una frase que forma parte de mis mantras: el capacitador no tiene el control sobre el aprendizaje del capacitado. 

Trae un capítulo completo sobre la clase digital y cómo nos tenemos que adaptar a las nuevas tecnologías, no podemos huirles, pero tampoco incorporarlas sin un objetivo claro. Además, tiene 82 cuadros, regados por todo el libro, donde da tips y detalla cantidad de actividades que se pueden aplicar en las aulas para hacer más dinámicas las clases y conseguir resultados.

En conclusión, es un libro que recomiendo para todas las personas que quieran innovar en el aula de clase, mantener el fuego encendido para transmitirles pasión a los alumnos por lo que se enseña. Aunque está muy enfocado para profesores de colegio y escuela primaria, no faltan las asociaciones y ejemplos para la educación superior. Igual, un buen profesor sabrá tomar lo que le sirva, adaptar lo que sea necesario y avanzar siempre en función de mantener la motivación de sus alumnos, pieza clave del aprendizaje.

Si lo suyo es querer mejorar la manera en que escribe, otro de sus libros que recomiendo es La cocina de la escritura, y si tiene dudas sobre cómo hacerlo en la web, lo suyo es En_Línea Leer y escribir en la red. Se trata de títulos que se reeditan una y otra vez por la gran acogida que han tenido, pues se trata de un sabio que escribe para nosotros los legos. Y eso siempre se agradece. Así que léanlo, #HablemosDeLibros y veamos cómo cada uno de nosotros, desde el rol que nos compete, ayudamos a mejorar la calidad educativa. Ojo, pero esto no sucederá si no se cambia el chip de la mediocridad, que hace metástasis en nuestra sociedad.

 

Subrayados

* El mejor docente no es el que habla más, o mejor, sino el que sabe organizar la clase para que hablen los alumnos con interés del contenido del programa.

* Comprender exige hoy procesar textos múltiples y diversos, que en algunos casos debes hallar por tu cuenta. Es más difícil que nunca.

* La regla de oro es observar atentamente a cada alumno, identificar los comportamientos extraños y anticipar las dificultades.

* Como dice la tradición, la mejor manera de aprender algo es tener que explicarlo.

 

Foto | LA PATRIA

Cassany, Daniel. El arte de dar clase (según un lingüista). Anagrama, 2021. 

Foto | LA PATRIA Cassany, Daniel. El arte de dar clase (según un lingüista). Anagrama, 2021.