Fernando-Alonso Ramírez
Periodista y abogado, con 30 años de experiencia en La Patria, donde se desempeña como editor de Noticias. Presidió el Consejo Directivo de la Fundación para la Libertad de Prensa en Colombia (Flip). Profesor universitario. Autor del libro Cogito, ergo ¡Pum!
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Llegué a la clase de Derecho Romano con la convicción de que sería una de las materias en las que mejor me iría en la carrera de Derecho, pero me estrellé contra un muro. Por alguna razón no podía memorizar todas esas figuras en latín que daban origen a muchos de los desarrollos jurídicos que hoy aún usamos. A duras penas pasé, y creo que hasta con la ayuda del profesor que pudo sentir mi frustración.
Lo creía firmemente porque al fin y al cabo es historia y es de las cosas que más me ha gustado toda la vida, entender el mundo de antes para saber por qué estamos hoy como estamos, para bien y para mal. Cuento esto porque con los años entendí que habría aprendido mucho más si en ese momento hubiera ya leído tantos libros como los que hasta ahora he acumulado en lecturas de la época del imperio romano. Para la muestra, esta segunda parte de la vida de Julio César, de Santiago Posteguillo. En la primera parte, Roma soy yo, el escritor se aventuró a indagar en la niñez, adolescencia y primera juventud de quien sería uno de los legendarios y nos llevó hasta su derrota primera en los tribunales, pero su triunfo ante el pueblo que lo aclamó entonces.
En esta segunda parte, Maldita Roma, como se explica en el subtítulo, nos cuenta de La conquista del poder de Julio César. Va desde el nuevo exilio, la caída ante los piratas y la negociación, sus primeros triunfos militares y políticos, sus más duras batallas personales hasta su primer intento por conquistar la Galia, eso que ningún otro consiguió antes que él. En ese proceso, se cuenta con lujo de detalles, cómo se constituyó el triunvirato que puso en ascuas el poder de los Optimates, entre ellos de Cicerón y de Catón; por esa alianza creada en medio de la desconfianza entre Pompeyo, Craso y el mismo Cayo Julio César.
Ya perdí la cuenta hace rato de cuántos libros me he leído sobre la vida de Julio César, pero es claro que Posteguillo no ha escatimado esfuerzos por llegar a lo más profundo de los detalles. Hasta ahora, que he avanzado en los dos libros de esta saga, sigo pensando que lo mejor lo escribió Colleen McCullough, en sus cinco libros sobre el Imperio Romano, como es esa maravillosa obra Las mujeres de César, en el que Maldita Roma coincide en muchas cosas.
No obstante, el de Posteguillo se va acercando a esa difícil meta de escribir un retrato cautivador de quien es uno de los hombres más relatados en la historia de la humanidad, ese personaje que tuvo la osadía de compararse en su tiempo con Alejandro Magno, porque este había conquistado el mundo a los 32 y Julio César a esa misma edad, prácticamente acumulaba derrotas.
Posteguillo, como ya es costumbre en sus libros, nos trae unas buenas ayudas para no perdernos en la lectura, en la serie de nombres y en los lugares. Los pies de página para decirnos ese nombre romano de antes que ciudad es hoy, es clave para conocer cuáles son los lugares, también la lista de nombres que aparecerán en la obra y que nos pone de entrada, pero más importante aún, las anotaciones finales, que es bueno leerlas justamente al final, para no perder la gracia de la novela, porque no se puede olvidar que es novela, ceñida a la historia, pero con los vacíos llenados por la imaginación del escritor que ha investigado para tratar de acertar en su interpretación. Los diálogos, por ejemplo, son casi todos creados desde su mente, aunque se basen en textos antiguos como sucede con un capítulo sobre las catilinarias de Cicerón.
Los mapas, como es ya tradición en historia novelada, son fundamentales para entender los recorridos, las batallas y las formas en que se logró avanzar o retroceder, según el caso. Al final, la conclusión, como lo había advertido ya alguien a Julio César: “puedes haber librado todas las batallas en una guerra, pero las más crueles, desafiantes y peligrosas, están en el Senado de Roma, en la política". Interesante la recreación que le da el autor a un posible cruce entre Espartaco, ese tracio que puso a Roma a temblar con César. Vuelve a los orígenes de un cuerpo que nunca fue hallado, al contrario de lo que nos ha dicho el cine.
Es difícil no hacer parangón, así pida el escritor, con lo que sucede hoy en la política misma, en la guerra. Cómo el odio contra Julio César de muchos poderosos era dado por sacar adelante la reforma agraria para los veteranos de las guerras de Pompeyo y para algunas personas del pueblo, o cómo se utilizan las palabras para impedir que se llegue a votaciones, o cómo simplemente se elimina al otro para poder imponerse. En fin, nada que envidiar a la política actual, porque hasta Fake News las hubo, sino que lo diga la propia Pompeya, que no solo debía ser buena... Bueno, no les cuento más, léanlo y #HablemosDeLibros.
Subrayados
* Lo inesperado, bien calculado, triunfa.
* Este otro parece de los que se creen investidos con una especie de autoridad moral superior a quienes lo rodean.
* Para muchos ciudadanos con recursos limitados en extremo, la familia era su única y gran riqueza.
* Casi sin darse cuenta empezó a albergar en su interior esa oscura emoción que lo corroe todo: el rencor.
* ¿Dónde acabaríamos todos si no aceptáramos el gobierno de nuestras instituciones? Yo os lo diré: en la anarquía y el desorden.
* Que algo no se haya hecho nunca no quiere decir que no pueda hacerse.