Fernando-Alonso Ramírez
Periodista y abogado, con 30 años de experiencia en La Patria, donde se desempeña como editor de Noticias. Presidió el Consejo Directivo de la Fundación para la Libertad de Prensa en Colombia (Flip). Profesor universitario. Autor del libro Cogito, ergo ¡Pum!
Correo: editornoticias@lapatria.com
X (Twitter): @fernalonso
Relatos, Reflexiones y Acciones. Estas son los tres capítulos en los que se divide el libro El sutil arte de enseñar, del manizaleño Jairo Ruiz Mejía, quien después de dedicar su vida a la educación decidió plasmar sus experiencias para ver si con esto aporta a que otros beban de lo que a él lo transformó esta profesión como educador.
Me gustó el tono anecdótico que asume para dar cuenta de lo que fue su paso por el proceso educativo en Caldas, empezando por la recomendación política de turno, por las salidas en falso en el aula, que reconoce con humildad, por los que considera aciertos y por compartir lo que hoy llamamos con rimbombancia algunos ambientes de aprendizaje innovadores.
Me quiero detener en este aspecto que es la última parte del libro. Las Acciones, son siete, donde este profesor nos cuenta paso a paso, los ejercicios que puso en el aula en el área de Tecnología e Informática y que le dieron resultado. Son ideas para otros profesores que bien puede copiar o inspirarse en ellas para diseñar las propias, pero que en todo caso, por lo relatado, impactan con buena fortuna en el alumnado.
Los ejercicios proponen soluciones a problemas reales, pero reta a los estudiantes para que sean quienes brinden las ideas. Es un aprendizaje que fue desarrollando gracias a que se formó como ingeniero electrónico mientras era docente y a participar en procesos relacionados con la promoción de la ciencia desde las aulas.
La segunda parte de la obra es algo así como el espacio para que el profesor empiece a ser consciente de lo que ya ha acumulado de conocimiento y aporta reflexiones sobre el ser docente, sobre el aula, sobre el deber ser de la educación, entre otros aspectos que resultan valiosísimos para quienes de una u otra forma nos dedicamos a enseñar.
Para mi gusto, tiene un par de omisiones, para las que el autor tendrá sus razones. La primera tiene que ver con el hecho de que cuando cuenta anécdotas de sus inicios y, sobre todo, de un periodo más bien oscuro en una institución que le dejó sinsabores, no ubica. Es su libro, pero como periodista siempre creo que hay que ubicar a los lectores.
El otro aspecto que creo le quedó faltando fue poner en la solapa, que para eso tiene el texto, una resumida hoja de vida. Claro, seguramente como se trata de su ciclo vital, de sus razones como docente y que nos va dando cuenta de su proceso en la primera parte de Relatos, seguramente no lo vio necesario, pero siempre hace falta esa hoja de vida resumida, para que cualquier interesado pueda dar una mirada rápida al ser y a quien es. Estos son minucias, lo importante está en el fondo del libro que se resume bien en su subtítulo: "Relatos y reflexiones de cómo aprendí a ser el maestro que quise tener".
Subrayados
- El poder abusivo del maestro encuentra un cerrojo que evita la deshonra en aquellos con valor y fortaleza.
- En esta escuela ─la de Ondas y de Cuclí─ la vida me reveló un secreto maravilloso: El trabajo escolar en colaboración se hace maravilloso.
- El docente, en la Escuela Activa (...), debe ser el elemento perturbador, pero al mismo tiempo equilibrado de todos los procesos inmersos en las clases propuestas.
- Para estudiantes, el veneno más letal en el ritmo de la clase es la monotonía.
- La linealidad en la construcción del conocimiento es un distractor que no tiene asidero en la práctica.
- El ingenio y la creatividad de maestras y maestros y de niñas y niños debe estar en primera línea.