Fernando-Alonso Ramírez
Periodista y abogado, con 30 años de experiencia en La Patria, donde se desempeña como editor de Noticias. Presidió el Consejo Directivo de la Fundación para la Libertad de Prensa en Colombia (Flip). Profesor universitario. Autor del libro Cogito, ergo ¡Pum!
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X (Twitter): @fernalonso
La poesía es un arte esquivo, no todos tienen el don de lograr buenos versos; no son muchos los que habiendo publicado hilvanan una serie destacada de palabras que constituyan poemas, y escasean aun más los autores capaces de sostener una calidad permanente a la hora de sus creaciones.
Por eso, la musa poética hay que aprovecharla cuando llega, y está representada generalmente en mucho trabajo y en muchas más lecturas, que permitan lograr un capital cultural necesario para crear metáforas, para usar palabras que calcen exactamente con lo que se quiere significar y para mover las emociones que se intentan sacar del alma, porque de eso se trata, al fin y al cabo, el poetizar.
Esta semana se cumplió el Día Mundial de la Poesía y hubo actividades para dar y convidar, y para demostrar que si bien en tiempos de reguetón parece perdido el amor y el amor por las bellas palabras, hay mucha tela de dónde cortar y personas de todas las edades y condiciones que mantienen vivo el fuego encendido del verso preciso.
La muerte un día antes de la caldense Beatriz Zuluaga y del nadaísta Eduardo Escobar alimentaron la idea de celebrar con todo este día; sin embargo, opté para hablar hoy de poesía más joven y manizaleña. Tres poetas locales y tres libros, para ver si se antojan de leerlos. Vamos, uno por uno.
Una década de versos
María Antonia León es una escritora polifacética. Se formó como comunicadora social, pero lo suyo es la escritura. En El aparato que late recoge una obra de casi una década. Logré identificar versos desde el 2009 y hasta el 2019, lo que seguramente hace que se vea como una obra irregular, con versos profundos y que dejan al lector un buen sabor de boca, hasta otros más peregrinos que no terminan por concretar la idea, o al menos eso parece, puede ser intencional. Esto sucede en parte porque al estar tan mezclados -hay que abonar la honestidad de la autora por contarnos cuándo los escribió- cuesta en algunas páginas encontrar un hilo. Sin embargo, se nota que hay trabajo, que hay una escritora comprometida con la palabra. Creo que dará mucho de que hablar en adelante. Escojo Maquillaje:
No había anatomía
ni polinomio terror
ni dilatación fervor
no florecer
no mugre en molde
ni miedos en montonera
no había mancha:
todo el suicidio
estaba adentro.
(2012)
Grietas en telescopio
Se firma como Omar Grietas este bogotano, manizaleñizado por la fuerza de la convivencia con esta ciudad desde niño. Telescopio de felpa es una obra que el autor quiere poner en perspectiva surrealista. El prólogo de Elena Cafyrtth menciona que este es un poeta subversivo, pero no creo que haya tanto de subversión en estos intentos poéticos. Hay algunos versos destacados, pero aún se nota el proceso que se camina y que en algún momento llega a rendir sus frutos. A veces aparecen unos retazos de historia en clave poética personal, pero en otros es apenas una descripción de asuntos lejanos, una metáfora pendiente. Tal vez salgan mejor esos que parecen autorretratos, o esa sensación dejan a este lector. Hay un poeta en construcción y si mantiene el ritmo creativo seguro tendremos otras noticias de este Grietas. Un poema del capítulo Club de luciérnagas:
Es un tipo de magia
largar las palabras en cajones de carne
embriagar la audiencias
renovar la sangre filmada
(el veneno ayuda)
se abre el cubo
empalagado de abucheos
hay un cuerpo tendido
soy yo sin tiempo
(fiel al paredón)
leal a mi muerte.
Violencias de Fátima
Ilustrado por la muy conocida Powerpaola, Del porno y las babosas es una obra de la premiada manizaleña Fátima Vélez. Las explícitas ilustraciones que acompañan los versos pueden resultar agresivas para el público acostumbrado a que poesía era romanticismo; esos apegos que tanto daño hacen a quienes intentan revolucionar la palabra versificada, como lo hace esta autora que da para dar y convidar.
Esta es una con carácter y consistencia. Hay una manera incluso postmoderna de entenderla y ya sabemos que Fátima no teme a llamar las cosas por su nombre, pero no se llamen a engaños ustedes, lo explícito de las imágenes no necesariamente se refleja en un lenguaje rayano en lo pornográfico. A pesar del título me atrevo a decir que es todo lo contrario, hay una poeta de alto vuelo y ella lo sabe y cuida su obra escandalizable, incluso con cierta aproximación a ser contestataria, una mujer que grita y reclama con puntos sobre las íes de su cuerpo y sus emociones. Leamos algo del poema que da nombre al libro:
…
las babosas en cambio
ah, las babosas
sus falos
translúcidos nórdicos azules
se alargan
aprietan retuercen
giran blandos fecundos
saboréandose como la luz en el color
se lanzan al vacío
en un salto tal vez mortal
tal vez amortiguado
por los ángeles protectores
del porno y las babosas.