Fernando-Alonso Ramírez
Periodista y abogado, con 30 años de experiencia en La Patria, donde se desempeña como editor de Noticias. Presidió el Consejo Directivo de la Fundación para la Libertad de Prensa en Colombia (Flip). Profesor universitario. Autor del libro Cogito, ergo ¡Pum!
Correo: editornoticias@lapatria.com
X (Twitter): @fernalonso
Ya no recuerdo a quién le escuché decir o a quién fue que le leí eso de que Manizales es una de las ciudades más noveladas de Colombia. Para ser una capital pequeña al compararse con otras en el país, resulta mucho más narrada que otras. Eso pasa seguramente por la cantidad de escritores que surgen aquí y que, como todo humano, tiene vasos comunicantes que lo atan al pasado, al origen, a ese patria chica de los recuerdos adolescentes.
A Martín Franco Vélez lo hemos conocido en lo escritural por sus historias periodísticas, por sus columnas de opinión en una época en La Patria y por un relato familiar doloroso convertido en libro de no ficción, La sombra de mi padre (2020).
Ahora viene a la carga con una novela que habla de Colombia y sus violencias y también de las trivialidades de la vida cotidiana, una combinación que logra sacar adelante con capítulos que viajan en el tiempo y en los personajes. Al pasar por sus 200 páginas, lo primero que hay que escribir es que se lee muy rápido que es fácil avanzar en la historias y quienes asuman su lectura encontrarán esto como una ventaja.
Hace un par de semanas el excomandante paramilitar Salvatore Mancuso dio puntadas sobre las cosas que sabe de gentes poderosas que patrocinaron la violencia desmedida que los armados aplicaron. Pues bueno, esta novela habla de esto, de esas personas que decidieron buscar los grupos de autodefensas para defenderse de las guerrillas que a punta de vacunas, extorsiones, robo de ganado, secuestros y homicidios cercaron a estas gentes.
La pregunta en el medio que flota durante todas las páginas, y cuyas respuestas serán dadas de acuerdo con el personaje del que se trate en la obra, es si estos patrocinadores fueron llevados a tomar esta decisión porque no tenían otra opción, o si acudir a la violencia para responder a la violencia fue la salida más fácil que encontraron. Como sucede con la reconstrucción de la memoria histórica del largo conflicto colombiano no hay respuestas absolutas.
El protagonista es un periodista en Bogotá que como todos en este país se encuentra en un medio de comunicación que cada tanto recorta su plantilla por los problemas presupuestales, sin reparar en la calidad de los que salen. Esa Espada de Damocles que pesa hoy sobre todos los comunicadores colombianos es retratada en esta obra, al tiempo que le reclaman a ese buscador de historias y removedor del pasado por qué complicarse tanto la vida para buscar una verdad que no cambiará nada en este país en donde nada cambia. Además, a sabiendas de que la fragilidad del mensajero es toda, en una Colombia donde han asesinado a por lo menos 163 periodistas por razones de su oficio.
La cuestión ética ronda todo el tiempo en este personaje, a quien sus antiguos amigos, a los que es posible que traicione para no traicionar su compromiso con la verdad, le reclaman que se crea con superioridad moral, que se asuma mejor que otros. Uno de esos seres que parecen no entender aquello que ya dijo Ortega y Gasset: "yo soy yo y mis circunstancias".
Cada tanto el periodista vuelve a los recuerdos de su pasado en Manizales, su adolescencia, los tiempos del colegio, el despertar a los amigos, las novias, el trago, una época casi feliz, sino fuera porque es también la del descubrir que en cosas del amor todo es complicado y más cuando advertimos, como escribió el poeta Jotamario Arbeláez, que este “dura, mientras dura dura".
Si los sesentones de hoy encuentran en las páginas de Recordando a Bosé, de Orlando Mejía Rivera, una ciudad entrañable llena de sus recuerdos, los cuarentones van a descubrir en Gente como nosotros, un libro lleno de referentes manizaleñas para los que fueron adolescentes por las mismas épocas del autor.
Pero la historia viaja por los problemas de Colombia, por las violencias, por las cosas que llevaron a que hoy se quiera hacer la paz con todos aquellos que se excedieron a la hora de querer imponer su orden, mientras quienes debían protegernos a todos prefirieron hacerse los de la vista gorda o ser cómplices.
Una novela muy manizaleña y muy colombiana y de un nuevo novelista de esta ciudad, que ha venido trabajando su escritura desde hace rato y he aquí su graduación. Leánla y #HablemosDeLibros y de capítulos no cerrados por quienes propiciaron las violencias de este país, algunos de ellos en esta ciudad tan nuestra.
Subrayados
* El pasado es un puente que no conduce a ningún lado.
* Esos atardeceres anaranjados que cubrían con tanta frecuencia la ciudad entera y que hacía a sus pobladores sacar pecho, inflados como pavos reales.
* Me mortificaba darme cuenta de que había sido un iluso al creer en el periodismo, al convencerme de que un simple oficio pudiera cambiar algo.
* La indiferencia es siempre más dolorosa que el desprecio.
* Manizales, la ciudad que hasta ese día creía la única posible.
* Quizás se había dado cuenta ya de que todos éramos víctimas, de una u otra forma, y que por eso mismo algunos no pueden evitar convertirse en victimarios.