Si uno compara el domingo 14 de julio, fecha en la que Colombia perdió con Argentina la Copa América, con la fiesta nacional del pasado sábado 20 de Julio, se obtienen lógicas y profundas diferencias. Para el partido de fútbol, bombas, vuvuzelas, banderas, asados, integración, trago por doquier, calles cerradas, camisetas amarillas, rumba y hasta día cívico decretado por las autoridades nacionales y locales.
Por su parte el llamado “Día de la Independencia”, a pesar de ser fiesta nacional, no pasó de ser, como ha sido siempre, frívolo, lánguido e indiferente, caracterizado por las monótonas y trilladas paradas militares. Por eso muchas personas confunden el “20 de Julio” con la “Batalla de Boyacá”. De hecho, el Día del Ejército es el 7 de agosto y no entiendo por qué sacan los batallones el 20 de julio, cuando los hechos lo que nos demuestran es que en aquella histórica fecha lo que ocurrió fue una revuelta civil llena de conspiraciones ideológicas entre godos y chisperos (una especie de chismosos y agitadores populares).
En principio, lo que sólo buscaban los criollos (hijos de españoles) era más participación en las juntas de gobierno, pero no querían dejar de ser españoles. Un fenómeno contrario al que de manera creciente, alarmante y preocupante sucede con los hijos de colombianos nacidos en los países anglosajones y europeos. Que un país se movilice de manera masiva, efusiva y ferviente frente a un partido de fútbol obedece fundamentalmente a nuestra tendencia de ser una nación emotiva y manipulable, de allí que haya terminado convertida dicha actividad deportiva en un jugoso e inmoral mega negocio monopolizado por organizaciones privadas internacionales como la FIFA y la Conmebol.
El espíritu patriótico no es ajeno tampoco a esas expresiones emocionales; tal cual lo manifiesta Richard Firth-Godbehere el historiador de las emociones en su reciente obra “Homo Emoticus”, los Estados Unidos despertaron el amor no hacia las personas sino hacia su país, metiéndole sicología al asunto a través de la famosa doctrina del American Way of life o el estilo de vida estadounidense: hamburguesas, perros calientes, fútbol americano, barbecue, armas y generación de odio frente a estilos de vida diferentes. En el inconsciente colectivo colombiano el 20 de Julio no pasa de ser una insulsa pelea por un pinche florero, que condujo al país a 10 años de una “patria boba”. Por eso el reto de los historiadores por la adecuada enseñanza y aprendizaje de la historia es enorme, sobre todo si se tiene en cuenta que por más de 30 años los gobiernos la retiraron intencionalmente de las aulas de clase. A juzgar por las representaciones que de manera tradicional se siguen haciendo, el llamado “grito de independencia” sigue sin escucharse para el grueso de la sociedad colombiana; los únicos gritos que se escuchan están en los estadios por eso no venden camisetas amarillas con el escudo de la República, sino de la Federación.

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CAMPAÑA: Anserma, la Abuela de Caldas, no tiene casa de la cultura.