Recibimos en nuestra casa la grata visita de Mauricio, un distinguido profesor de francés de la Universidad de Costa Rica, quien quiso que lo acompañáramos a emprender un recorrido por el Corredor Polaco. No lo visitaba desde mi infancia, cuando mi padre me llevó en compañía de mis dos hermanos a conocer la magnífica obra. Y eso que no existían las actuales barreras de seguridad.
Me sorprendió ver que conservan las antiguas escaleras de madera, pequeñas, inseguras e incómodas, pero sólo como evidencia de la antigua forma de acceder hacia la cúpula. Hoy es muy seguro hacerlo. Me emocionó ver tantas personas, entre nacionales y extranjeras, quienes con sólo 13 mil pesos compraban anticipadamente las codiciadas entradas. Cada 15 minutos ingresan grupos de 20 personas entre las 9 de la mañana y las 8 de la noche.
Pude concluir que definitivamente hay un lugar imperdible en la agenda de cualquier visitante: la Catedral Basílica Nuestra Señora del Rosario. La majestuosidad de su construcción, su historia y sus vitrales resultan alucinantes para cualquier persona, incluso para locales. Sin embargo, considero que deben mejorarse los sistemas de información y difusión, comenzando por dotar de uniformes, gorras o chalecos a los jóvenes que gentilmente acompañan los recorridos.
No observé que existiera una brigada de seguridad o un esquema de atención de emergencias, ante una posible contingencia, pues no puede negarse que el recorrido requiere una dosis de esfuerzo físico y las empinadas escalas pueden jugar una mala pasada. Aunque se hace una parada para ver un video sobre su historia, no se ofrecen cartillas que permitan preservar la memoria de la ciudad y su resurgimiento después del famoso incendio de 1925 que permitió precisamente la construcción de la Catedral Basílica.
Hablando con una joven pareja venida de Bogotá, se interesaron por muchos otros temas de la ciudad, como su topografía y los carritos de balineras, las universidades, el paisaje cultural cafetero, las aguas termales, el Nevado del Ruiz, el corto himno de la ciudad que surgió con las festividades del centenario de fundación, las artesanías y por supuesto las famosas corridas de toros que están arribando a sus 70 años de tradición. En el ameno diálogo, pude descubrir que varios aspectos atraen la atención de nuestros gratos visitantes: primero, la seguridad: no sólo existe la percepción, sino que efectivamente los indicadores dan cuenta de ser una de las ciudades más seguras del país; segundo, su ubicación estratégica en el corazón de Colombia: no se requieren largos desplazamientos para llegar; tercero, nuestros estudiantes universitarios foráneos: son quienes se encargan de publicitar la ciudad y ofrecer sus residencias desocupadas por esta temporada; cuarto, la variada programación: todos los días hay algo para hacer, así no haya plata; quinto, el orden y la limpieza: que dan cuenta de una sociedad que fomenta la cultura del civismo.
Solo resta que cada manizaleña y manizaleño asuma el papel de ser anfitrión de nuestros gratos visitantes.