La Encuesta de Percepción Ciudadana de Manizales 2023 deja en claro un desafío cultural y educativo: más de la mitad de los manizaleños consultados (52,2%) no leyó un solo libro durante el 2023. Este dato, lejos de ser solo una cifra, es un reflejo del papel que juega la lectura en nuestras vidas cotidianas y plantea interrogantes sobre las barreras y motivaciones que moldean este hábito esencial.
El desglose de los datos revela un panorama diverso: un 19,2% de los encuestados leyó al menos un libro, mientras que el 21,6% alcanzó entre dos y tres libros. Sin embargo, el compromiso con la lectura disminuye drásticamente en niveles más altos: solo el 5% leyó entre cuatro y cinco libros, y apenas un 0,3% superó los diez. Estas cifras plantean una pregunta fundamental: ¿qué está impidiendo que más personas accedan y disfruten de la lectura como una práctica recurrente?
El análisis por estratos socioeconómicos muestra un promedio de lectura relativamente similar: los estratos bajos y medios registran 2,4 libros anuales, mientras que los altos apenas superan con 2,5. Esto evidencia que, al menos en Manizales, la lectura no está significativamente influenciada por los ingresos, lo cual abre un debate sobre otras posibles limitaciones, como la disponibilidad de tiempo, los intereses personales o las estrategias para fomentar el acceso a libros. ¿Podría una mejor infraestructura cultural o una política pública de acceso gratuito a libros marcar la diferencia en estos indicadores?
Por edades, los jóvenes de 18 a 25 años y los mayores de 55 se destacan como los grupos con mayor promedio de libros leídos (2,7). Esto invita a preguntarnos: ¿qué motiva a estos dos grupos tan distintos a mantener hábitos de lectura superiores al promedio? En el caso de los jóvenes, podría ser el contexto académico, mientras que en los mayores podría estar relacionado con un interés en el enriquecimiento personal o el tiempo disponible tras la jubilación. Por el contrario, las edades intermedias, particularmente entre los 26 y 55 años, promedian solo 2,1 a 2,2 libros, lo que podría estar vinculado a las demandas laborales y familiares. ¿Cómo podrían las bibliotecas y los programas culturales captar la atención de estos grupos?
En cuanto al género, las mujeres presentan un promedio de lectura superior (2,6) al de los hombres (2,2), un fenómeno que podría estar relacionado con diferencias en los intereses culturales o en la organización del tiempo libre. ¿Qué podría aprenderse de las estrategias que motivan a las mujeres a leer más y cómo podrían replicarse para cerrar esta brecha?
La lectura no es solo un acto individual, sino una ventana hacia el conocimiento colectivo y una herramienta de transformación social. Manizales enfrenta el desafío de fortalecer este hábito para garantizar una sociedad más crítica e informada. Mirando al futuro, ¿será posible aumentar el porcentaje de lectores en la ciudad? ¿Cómo evolucionará la relación de los manizaleños con los libros en un mundo cada vez más digital? Estas preguntas, más que un cierre, son el inicio de una reflexión colectiva sobre cómo podemos construir una ciudad en la que la lectura sea un pilar de desarrollo y bienestar.