Cada número es una historia. Cada porcentaje, una familia que perdió a alguien. Las cifras de mortalidad en Manizales entre 2022 y 2023 no son solo estadísticas; son el reflejo de una ciudad que envejece, de un sistema de salud con brechas y de una sociedad que todavía tiene deudas pendientes con la prevención.
Las enfermedades isquémicas del corazón siguen siendo la principal causa de muerte. En el 2023, se registraron 518 fallecimientos por esta razón (548 en el 2022).
Le siguen las enfermedades cerebrovasculares y las crónicas respiratorias, ambas con cifras que requieren atención. Mientras tanto, el cáncer continúa cobrándose vidas, con tumores malignos que representan una porción significativa de las muertes.
Las preguntas son inevitables: ¿Estamos cuidando nuestra salud cardiovascular o seguimos postergando los chequeos hasta que es demasiado tarde? ¿Por qué las muertes por enfermedades respiratorias siguen siendo tan altas en una ciudad con una calidad del aire estable? ¿Estamos diagnosticando el cáncer a tiempo o llegamos tarde en múltiples ocasiones?
Pero la muerte en Manizales no solo llega con la edad o con la enfermedad. También aparece de forma abrupta en las cifras de accidentes de tránsito, homicidios y suicidios. Según cifras del DANE, 42 personas se quitaron la vida en 2023, cuatro más que el año anterior.
No es un número, es una alarma. Detrás de cada suicidio hay una historia de sufrimiento, una red de apoyo que no logró ser efectiva o una ayuda que no llegó a tiempo. Y mientras las cifras sigan aumentando, el mensaje es claro: aún hay mucho por hacer.
Aquí la pregunta es otra: ¿qué estamos haciendo para evitar estas tragedias? No basta con indignarnos un par de días cuando los números salen a la luz. Es necesario tomarlos en serio, exigir estrategias reales y cuestionarnos como sociedad.
¿Estamos hablando lo suficiente sobre salud mental? ¿Nos sentimos seguros en nuestras calles? ¿Qué estamos haciendo para evitar que más personas vean la muerte como una solución?
Manizales envejece, y con ello podrían estar aumentando las enfermedades crónicas, pero eso no significa que debamos resignarnos a estas cifras.
Prevenir implica fortalecer el acceso a la salud, garantizar diagnósticos oportunos y promover estilos de vida más saludables. Pero también significa atender con urgencia los problemas que afectan a las generaciones más jóvenes.
No podemos permitir que el suicidio y los accidentes de tránsito sigan cobrando tantas vidas cuando hay medidas que podrían prevenirlos.
No basta con registrar estos datos. Necesitamos convertirlos en acciones concretas que reduzcan las brechas en el sistema de salud, refuercen la prevención y atiendan las causas profundas de la violencia y el suicidio.
Que las cifras de mortalidad sean inevitables no significa que no podamos reducirlas. Si queremos una ciudad en la que los números reflejen vidas más largas y de mejor calidad, el compromiso debe ser de todos: instituciones, comunidades y ciudadanos. Porque detrás de cada número hay una historia que aún puede escribirse de otra manera.