Manizales siempre se ha caracterizado por ser una ciudad bonita, limpia y ordenada, tanto para propios como para visitantes, pero en los últimos años se ha ido deteriorando. Solo basta recorrer unas cuantas calles para encontrarnos con los escombros de andenes y sardineles, tapas rotas de los nichos de los contadores de agua, cámaras eléctricas y de comunicaciones convertidas en cepos mortales para cualquiera que caiga en ellas. No hace falta mencionar la lamentable condición de los postes de alumbrado público, corroídos y sin luminarias, solo vestigios de otrora postes de concreto con sus muñones al aire a punto de caer. 
Si se camina por ciertos barrios y calles solo ruegue a Dios para que no le caigan encima los aleros y las fachadas de esterilla podrida a punto de colapsar. La falta de civismo y de sentido de pertenencia hace que las calles estén sucias y grasientas, llenas de excrementos y de huecos; monumentos y esculturas mutiladas, paraderos de buses en ruinas o rejillas de aguas lluvias que se han convertido en verdaderas trampas para todo tipo de vehículos; taches y bolardos plásticos retorcidos en todas las esquinas; además la contaminación visual de los cables telefónicos crece cada día, para donde se mire se encuentran madejas de cables enredados. La lista de desastres es interminable y nuestra ciudad se sigue deteriorando. Tenemos que hacer algo por recuperar la infraestructura y estética de la ciudad.
Esta situación se ha acumulado debido a la falta de un plan estratégico de mantenimiento integral, así como al poco interés de los funcionarios públicos y de los ciudadanos en general que tampoco exigimos ni hacemos nada para vivir en una ciudad segura y confortable. Es inaceptable que las mismas secretarías de la Alcaldía y las empresas prestadoras de servicios públicos como Chec, Invama, Aguas de Manizales, Tigo-UNE, Claro, Emas, Efigás, etc., nunca retiren su infraestructura obsoleta. Debería haber una autoridad, quizás Planeación municipal, que les exija mantener la ciudad en buen estado y tener algo de respeto con sus usuarios y con la ciudad misma, obligándolos a retirar toda su basura que hoy es parte de nuestro paisaje.
La denuncia anterior debe considerarse como una oportunidad para revitalizar y reactivar la ciudad y por ahí derecho a embellecerla. Sugiero que la Alcaldía establezca una oficina de mantenimiento que coordine la recuperación, para que junto con las cuadrillas de trabajadores o contratistas de las mismas empresas prestadoras de servicios públicos, en cuestión de cuatro años, tengamos la ciudad renovada. Sería una forma de superar la degradación que nos ha afectado por muchos años y de esta locura colectiva que nos ha llevado a la destrucción del patrimonio público, que es de todos y parece que a nadie le interesa.
Otro problema que se debe abordar, es el deterioro constante de fachadas y paredes a las propiedades públicas y privadas por cuenta de los seudografiteros, que con su vandalismo dejan solo garabatos ininteligibles por toda la ciudad. Esto representa un desafío con el que vivimos a diario la ciudadanía y las autoridades, deberíamos estudiar qué solución darle, pues todo el esfuerzo económico que realiza la gente por mantener sus fachadas limpias y en buen estado, de la noche a la mañana, aparecen rayadas por los carteles del aerosol, y no pasa nada.
Además, debemos llevar a cabo campañas permanentes de arborización por toda la ciudad para transformar su aspecto gris que la caracteriza, por uno que sea más verde, alegre y sano. Esperamos todos los ciudadanos que el aire renovador de esta Alcaldía, para el periodo 2024-2027, emprenda una política serie de orden, limpieza y embellecimiento de la ciudad que podríamos llamarla ¡Manizales, ponte bella!