Gonzalo Duque Escobar

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Gustavo Petro y Lula da Silva, anticipándose a la cumbre internacional prevista para agosto, donde se pretende revivir el ‘Tratado de Cooperación Interamazónica’, se reunieron en Leticia e invitaron a los países de la cuenca amazónica a construir una propuesta y trazar los lineamientos de trabajo comunes, para generar acciones regionales concertadas e instar a otros países a mitigar los efectos del cambio climático. Si Brasil con el 58% de toda la Amazonia y Perú con el 11% poseen la mayor extensión, le siguen Bolivia 10,1%, Venezuela 6,4%, Colombia 5,5% y Ecuador 1,6%.
Aunque el acaparamiento de tierras, la expansión de fronteras agrícolas y ganaderas, junto a la minería y explotación económica, son problemáticas actuales, también la deforestación preocupa a Lula quien se ha comprometido con acabarla al 2030, a pesar de que casi la mitad de la superficie de selva tropical talada en el mundo durante 2022 se ubicó en su país, al tiempo que en 2021 Colombia, después de Brasil, Bolivia y Perú, fue el cuarto país con más deforestación, cuando se perdieron dos millones de hectáreas en los nueve países del estratégico ecosistema habitado por 34 millones de personas.
La propuesta colombiana además de tratar sobre el papel que juega la Amazonía para el medio ambiente global, que se suma a la intención brasilera de controlar los alarmantes indicadores de la selva amazónica, incluiría estrategias de preservación para lograr el aprovechamiento sostenible de recursos locales, e impulsar la bioeconomía con comunidades campesinas e indígenas, como alternativa colombiana para la región Amazónica que comprende cerca del 40% del territorio continental, y es entre las seis regiones naturales del país la menos poblada.
Esta idea podría compartirse con los otros países del área, como el caso de Bolivia donde la minería representa un problema para los ecosistemas, y con Ecuador donde los proyectos de exploración de hidrocarburos impulsada en ese país, pese a su precaria participación en la superficie del gran “pulmón del mundo” de 7,1 millones de kilómetros cuadrados, es una amenaza para el bioma amazónico porque sus reservas probadas en la cuenca de su jurisdicción son de nueve mil millones de barriles contenidos en calizas y arcillas ricas en materia orgánica, y en reservorios de arenisca.
Además de la minería ilegal con 1.899 puntos en Venezuela como cabeza en la problemática, seguido de  Brasil (321), Ecuador (68) y Perú (24), por el extractivismo de diamantes, coltán, bauxita y tierras raras, y de Oro utilizando mercurio, también en Perú preocupa la Hidrovía Amazónica por un cuestionado proyecto de 2.687 kilómetros que, tras el dragado para integrar el Amazonas con sus principales afluentes: Marañón, Ucayali y Huallaga, se afectaría un ecosistema de turberas liberando enormes cantidades de carbono.
Y en Colombia, aunque históricamente nuestra Amazonía concentra el 65% de la deforestación del país en cuatro departamentos: Guaviare, Meta, Caquetá y Putumayo, en 2022 y respecto al 2021 la deforestación estimada en 158 mil hectáreas, 9 mil de ellas arrasadas en los Parque Naturales Nacionales de la Amazonía, cayó un 25% contra una reducción del 10% para toda Colombia, gracias a que, en los tres primeros departamentos citados la reducción en dicho año alcanzó 34%, 25% y 31%, respectivamente.
Si como cuenca hidrográfica, en Colombia la región sube hasta la divisoria de la Cordillera Oriental, de norte a sur se extiende desde los ríos Guaviare y Vichada hasta el Putumayo y el Amazonas, e incluye las cuencas del Caquetá y Putumayo; también, desde una perspectiva biogeográfica, la región sólo asciende hasta los 1000 metros de altitud en el occidente, al norte su límite es la línea de bosque que la separa de los herbazales de sabana en la  Orinoquía, y al sur y oriente su límite es internacional.
Finalmente, sabemos de los suelos amazónicos que, aunque muy evolucionados por estar lixiviados y poseer alto contenido de hierro, el 70% son de baja fertilidad. Si allí el 90% de los suelos son de denudación por haberse formado a partir de material parental sedimentario, ígneo-metamórfico o mixto, el 10% restante son aluviales por asociarse a la acumulación de sedimentos transportados y depositados, como detritos no sujetos a inundaciones y otros de origen andino asociados a procesos erosivos.